El anti-voto y sus efectos en las preferencias electorales

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PESIMISMO ILUSTRADO/Jorge Rocha

Hasta ahora todas las encuestas colocan a Andrés Manuel López Obrador como puntero en las preferencias electorales para la elección de presidente de México.

Con mayor o menor distancia frente a los otros candidatos, el candidato de Morena parece avanzar a pie firme en esta contienda electoral.

Ahora bien, la pregunta central de este fenómeno político es ¿por qué el candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia mantiene esa ventaja y parece estar inmune a los ataques de sus adversarios?, desde mi particular punto de vista hay cuatro procesos sociales que podrían explicar este “blindaje” a López Obrador: el voto anti-sistema, el voto anti-establishment, el voto anti-PRI y el voto anti-Peña Nieto.

La primera dinámica se refiere a las y los ciudadanos que claramente expresan una postura anti-sistémica, que en términos estrictos significa que van en contra de las dinámicas capitalistas e incluso de las dinámicas impuestas por el Estado Nación.

En el caso de México los que han enarbolado tradicionalmente estas posturas son el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y grupos autonomistas a lo largo del país.

Para este sector toda la clase política les genera desconfianza, sin embargo, para el caso de este momento político, para estos colectivos el candidato presidencial que provoca menos desconfianza es Andrés Manuel López Obrador.

El voto anti-establischment se define como los ciudadanos que van en contra de los grupos de poder fáctico (tanto político y económico) que en las últimas décadas han sido los grandes beneficiarios de la implementación de las políticas neoliberales.

En este segmento están los ciudadanos que ven con mucho recelo a partidos políticos tradicionales, grupos empresariales y actores sociales que están en las altas esferas de poder.

Este tipo de voto afecta directamente de forma negativa a José Antonio Meade y a Ricardo Anaya a quiénes consideran como representantes y voceros de estos grupos beneficiados del status quo; y electoralmente favorece a López Obrador al que consideran que no pertenece a estos grupos de poder.

En la última encuesta de Consulta Mitofsky (mayo 2018) los partidos tradicionales son los que más negativos tienen; el PRI encabeza esta lista con un 61.6% de personas que declaran que nunca votaría por este partido, luego está el PAN con un 43.1% y en tercer lugar el Partido Verde con 41.1%.

El voto anti-PRI se gesta entre el electorado que a partir de los casos de corrupción de parte de gobernantes de origen priista (Roberto Borge, Javier Duarte, César Duarte, Roberto Sandoval, entre otros) han desarrollado un fuerte sentimiento anti-priista, además de las malas percepciones provocadas por la impunidad en el país, por los casos específicos de corrupción como la estafa maestra o la casa blanca; por la certeza de muchos mexicanos de que las políticas económicas derivadas del Pacto por México no lograron concretar las promesas de desarrollo que se hicieron al principio del sexenio; y por todo lo que viene aparejado al grave problema de violencia en el país.

Todos estos problemas en su conjunto han dado como resultado un fuerte anti-priismo que no habíamos visto en otros momentos de la historia contemporánea de México. Esta tendencia representa una pesada loza electoral para los abanderados del tricolor.

Finalmente tenemos la tendencia anti-Peña Nieto, que se venía fraguando desde la elección presidencial pasada y que a partir del caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, el presidente de la República comenzó con un proceso de depreciación de su imagen, que hoy por hoy, es la peor que ha tenido un primer mandatario en la historia del país.

En términos gruesos ocho de cada diez mexicanos desaprueban la gestión de Peña Nieto y esto se traduce en votantes que quieren castigar la administración pública federal actual a través del voto. El candidato que por obvias razones sale afectado por este proceso es José Antonio Meade; los que se benefician de esta dinámica son Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya.

No sabemos en qué medida una dinámica es más fuerte que la otra, pero sí podemos decir que son complementarias y que se alimentan mutuamente. Como ya se dijo, el principal beneficiado de estos procesos es el candidato de Morena, por otro lado, Ricardo Anaya es afectado negativa y positivamente de acuerdo a las distintas dinámicas; y José Antonio Meade es el candidato al que más negativamente le pesan estos procesos.

Profesor investigador del ITESO

@JorgeRochaQ

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