El secreto bajo los escombros. A un año del 9-11.

GarciaPimentelA LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

No.

No hace falta un terremoto para despertar ¿O sí? Ya sea el de 1985 o el de 2017, dos son los diecinueves de septiembre que nos han obligado a encender el chip y, por un breve y dramático instante, convertirnos en un país de primer mundo. Uno que en medio del dolor y el desastre, sabe lo que es trabajar con un objetivo común.

¿Qué es lo que hace grande a un país grande? Hace exactamente un año allí, allí entre los escombros estaba el secreto. El secreto del primer mundo: lo que permite que países desarrollados surjan y resurjan a pesar de las actividades.

Japón, Inglaterra, Alemania en 1944 estaban destrozado por la guerra, el hambre y la violencia nuclear, junto con la mayor parte de Europa. Crisis, inflación, deuda poblacional y odio. Apenas 50 años después eran de nuevo potencias mundiales. Realmente nunca dejaron de serlo.

Noruega tiene 116 años. Es el país con el índice más alto de desarrollo humano en el planeta. Finlandia tiene apenas 100 años de vida. Hoy es el país con la mejor educación. ¿Irlanda y Canadá? 86 años. Islandia, 74. Australia tiene 75 años. Corea del Sur: 70. Nueva Zelanda… apenas 56.

Estos países jóvenes tienen algo en común. Todos están en el top-20 de los países con mayor índice de desarrollo humano según el último informe de las Naciones Unidas. México ocupa el lugar 74. Éstos son países que brincaron de la nada; de la guerra o de la pobreza a la riqueza y el desarrollo en muy pocos años. ¿Cuál es el secreto?

Una vez más: el secreto estaba enterrado en los escombros hace un año, y nos ha pasado por alto.

¿Cuál es el secreto?

¿Tipo de gobierno? No. Dentro de la lista encontramos monarquías y repúblicas; gobiernos centrales y federaciones; capitalistas puros y socialistas moderados.

¿Libre comercio y empresa? Necesario, pero no suficiente. Hay países de corazón capitalista a lo largo y ancho de la lista de desarrollo; pero ningún país de corte comunista está en el top 50.

¿Religión? Tampoco. El gordo del top 20 lo conforman países con altos índices de identidad religiosa. En el Reino Unido, por ejemplo, la cabeza de estado (la Reina) es también cabeza de la iglesia anglicana. Irlanda (número 4) profesa la religión católica en un 86%. Al mismo tiempo, culturas que se declaran mayoritariamente ateas, como el caso de Islandia o Noruega, ocupan respetables lugares en la lista.

El secreto se encuentra entre los escombros de México 1985 y el de 2017. El secreto es la sociedad organizada.

El 100% de los países con alto índice de desarrollo tienen un altísimo índice de participación ciudadana en organismos intermedios y asociaciones del tercer sector. Es decir: son países cuyos habitantes han comprendido que la política más importante no es la que se hace en el gobierno, sino fuera de éste.

En promedio, un ciudadano alemán está involucrado directamente con nueve a once organizaciones locales, regionales o de beneficencia. Aportan tiempo y experiencia en su escuela, en su parroquia, en su colonia; en la universidad, en el hospital y la televisora local; en el coro y en el equipo de fútbol de la zona. Además aportan dinero no solo en una iglesia local, sino en cinco a seis distintas organizaciones caritativas. El promedio en Estados Unidos es de diez; en Inglaterra, de once. Esta actividad empieza desde la juventud temprana, a los diez u once años.

En México el promedio de compromiso es de una plataforma social por persona. Los mexicanos nos involucramos muy poco con nuestro entorno próximo y nada o casi nada en el entorno lejano. Seguimos creyendo que elegir gobierno es la definición de democracia. Nos gusta andar solos y quejarnos de la lluvia. Pero no nos gusta guardar nuestra basura ni, mucho menos, invertir tiempo en las mismas estructuras en las que vivimos; las que hay que sostener para que luego nos sostengan a nosotros.

En países desarrollados también tienen malos gobiernos y políticos corruptos. Tiempos buenos, malos y mejores. También pasan por crisis y momentos difíciles. Pueden estar en bancarrota, pero nunca son pobres. Están unidos y en constante construcción, de adentro hacia afuera.

Aquél fatídico martes 19 de septiembre, por unas horas, por unos días, fuimos un país de primer mundo. Y luego el polvo se asentó. Y lo olvidamos de nuevo. Pero hoy que simulamos de nuevo el terremoto… ¿por qué no aprovechamos para dejar de simular que somos una sociedad?

Director General de DiezLetras Comunica

@franciscogpr

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