Corrupción: la tercera opción

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

México ocupa el lugar 123 entre 176 países dentro del índice internacional de percepción de corrupción, en donde el número 1 (Dinamarca) es el país menos corrupto y el 176 (Somalia) es el más corrupto.

No solo eso, sino que en los últimos 5 años hemos bajado cinco escaños; es decir, ha aumentado el nivel de corrupción percibida.

Esta no es una estadística nueva, y lamentablemente no asombra a nadie. Que México es un país corrupto ha dejado de ser noticia hace mucho tiempo.

¿Qué pasa por tu cabeza cuando te recuerdan estos números? Quizás indignación, quizás tristeza, quizás apatía. Sí, sí… el gobierno de México es corrupto, ya todos lo sabemos. Somos víctimas de un sistema corrupto.

Quizás sí; pero también vale la pena pararnos por un momento a pensar cómo es que se crea ese índice.

El fenómeno medible de corrupción implica, por una parte, a acciones del gobierno. La corrupción incluye <<la recepción de sobornos; la malversación y la negligente asignación de fondos y gastos públicos; la subvaluación o la hipervaluación de precios; los escándalos políticos; el fraude electoral; la paga a periodistas, el tráfico de influencias y otras transgresiones; el financiamiento ilegal de partidos políticos; el uso de la fuerza pública en apoyo de dudosas decisiones judiciales; las sentencias parcializadas de los jueces; favores indebidos o sueldos exagerados de amistades>> entre muchas otras cosas. Es decir, los entornos en donde la autoridad abusa y se beneficia del poder que detenta.

Pero también la medición incluye corrupción directamente imputable al sector privado: ofrecimiento de sobornos, escándalos financieros; fraude en obras públicas, compra de materiales inferiores, contratación discriminatoria de amigos y familiares, fraude de estudios, plagio; prácticas monopólicas y mafiosas, abuso de contactos, evasión fiscal, maltrato laboral, etcétera. Estas mediciones incluyen percepción en agentes nacionales e internacionales.

Es decir: el índice de corrupción califica a MÉXICO como país, no solo a su gobierno, e incluye la percepción de individuos privados y empresas. No es una calificación de los gobernantes, sino de todos nosotros.

Ahora que sabes esto, y sabes también que estamos en el lugar 123 de 176, es decir estamos entre el 30% de los países más corruptos. ¿Estás seguro de ser solo víctima?

Coincido: hay instancias en donde la corrupción se nos impone de manera casi inevitable; somos víctimas de extorsión o chantaje por parte de la autoridad, que exige dinero para hacer su trabajo (emitir una licencia, permitir un proceso, imponer una simple multa).

Esto parece un dilema sencillo: o juegas el juego de la corrupción o no avanzas. Punto y no hay más. Estamos atrapados. No hay opción.

Pero ¿de verdad no hay opción? Soy un convencido de que la inmensa mayoría de los ciudadanos (y también de servidores públicos) juegan el juego de la corrupción porque creen que es la única forma; que no hay opción.  Y que si les ofreces una opción viable y legal, podrán cambiar de opinión.

El gran engaño de la corrupción es este: habernos convencido a todos de que es la única opción. Esto es mentira. En la inmensa mayoría de las instancias, sí hay opción.

Esto no significa convertirse en héroe, en mártir; perder negocios o terminar con el coche en el corralón cada que sales a la calle. Hay una tercera opción: quedarse en la mesa; pensar, dialogar; buscar opciones, tomar el camino largo. A veces, sí, perder una oportunidad, pero a cambio, ganar mucho, mucho más.

No es un tema de buenos vs malos; sino de mexicanos con mexicanos, todos con ganas de salir adelante. Quien sea capaz de poner en la mesa una opción mejor que el robo y la extorsión, pronto se encontrará con una riqueza mayor de la que nunca soñó. Y digo esto en toda la extensión de la palabra.

Director general de DiezLetras Comunica

@franciscogpr

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