Las tres esposas de Alejandro Magno y su trágico final

MCI.-El imperio forjado por Alejandro Magno se desintegró a su muerte debido a la falta de un sucesor de su sangre y no es porque el macedonio no hubiera engendrado ninguno, ya que sabemos de cinco por lo menos. Al fin y al cabo, al margen de amantes como Barsine, la reina amazona Talestris o la soberana india Cleofis, tomó tres esposas: la bactriana Roxana fue la primera y la «auténtica«, mientras que las persas Estatira y Parisátide, lo fueron por conveniencia política, para reinar legítimamente sobre el Imperio Aqueménida tras la muerte de Darío III.

Darío III fue el último monarca de su dinastía. Murió traicionado por tres sátrapas, Bessos, Nabarzanes y Barsaentes, que lo hicieron para poder escapar de la persecución a que los sometía Alejandro a través de Hircania y Bactria, tras la debacle definitiva en la batalla de Gaugamela. El macedonio lamentó aquel indigno final, que según aseguró no pretendía y lo demostró enviando el cuerpo a Ecbatana para embalsamarlo y trasladarlo así hasta Persépolis, donde le fue entregado a su madre Sisigambis para que le dedicara un funeral acorde a su rango.

En eso reproducía el elegante comportamiento que había tenido con ella, quien había quedado prisionera tras la batalla de Issos. Darío, estrepitosamente derrotado, tuvo que huir de la caballería macedonia en su carro, dejando atrás veinte mil muertos y a su propia familia: su hermano Oxatres se interpuso con una pequeña escolta para darle tiempo y fue capturado; tras él también quedaron en manos de Alejandro Sisigambis, su esposa Estatira y sus hijos, dos chicas (una llamada como su progenitora y la otra Dripetis) y un varón (Oco, que sólo tenía seis años de edad).

Alejandro les otorgó tan buen trato que se ganó su admiración, hasta el punto de que dos años después, en Gaugamela, declinaron escapar junto al destacamento persa que se abrió paso hasta el campamento macedonio para rescatarlas; incluso Oxatres aceptó incorporarse a los Heitaroi (la caballería de élite que hacía funciones de guardia personal del Magno) y Sisigambis se negó a llorar ante el cuerpo de su hijo por haber abandonado a los suyos, proclamando que sólo tenía un vástago que fuera rey de Persia en referencia a su captor. En cambio, se cuenta que al enterarse de la muerte de éste se volvió de cara a una pared, ayunando hasta provocar su propio óbito.

Estatira también estuvo agradecida de la espléndida atención recibida y tanto ella como su suegra perdonaron el error diplomático de Alejandro, que les regaló un telar para que estuvieran entretenidas sin caer en la cuenta que en Persia esa actividad sólo la practicaban las esclavas. Incluso se rumoreó que el bebé que esperaba y que le provocó la muerte durante el parto en el 332 a.C. no era de su marido sino de Alejandro.

Sin embargo, leyenda sobre leyenda, se dijo asimismo que la verdadera causa del fallecimiento fue la pena de que ningún descendiente suyo reinaría.

Si esto hubiera sido verdad se equivocaba, en cierta forma, pues sus hijas, Estatira y Dripetis, habían sido enviadas a Susa para que recibieran una educación griega y cuando regresaron se acordó una doble e inaudita boda: Alejandro se casaría con la primera y Hefestión -su mano derecha- con la segunda.

En realidad, el líder macedonio había contraido matrimonio con Roxana en 327 a.C. y la consideraba su verdadero amor. Era hija de Oxiartes, un noble bactriano que había seguido a Besos, por lo que dejó a su familia en la Roca Sogdiana, una fortaleza presuntamente inexpugnable… salvo para el invencible Magno, que no sólo la conquistó sino que quedó prendado de la hija de su enemigo y la desposó; así, de paso, se ganó la sumisión del padre.

Aquel enlace le vino bien a Alejandro para asegurar su posición en la región de cara a la conquista de la India y la posibilidad de tener descendencia (ella le acompañó en esa campaña y, al parecer, sufrió un aborto). Sin embargo, había un pero en esa segunda cuestión.

Y es que, aunque él la tuviera por la legítima, era consciente de que Roxana sólo era una princesa menor y resultaba conveniente vincularse con alguien de sangre real, de ahí que decidiera casarse con la mencionada Estatira e incluso tomar una tercera esposa, su prima Parisátide.

Esta última, hija de Artajerjes III y hermana de Arsés (Artejerjes IV, al que había sucedido su primo Darío III), había sido capturada por el general macedonio Parmenio en Issos, por lo que se estrechaba así el vínculo con la dinastía aqueménida y, junto con Estatira, se cumplía la tradición persa de casarse con la hija o viuda del gobernante derrocado.

Irónico, teniendo en cuenta que antes de Gaugamela el Rey de Reyes había propuesto a su enemigo la mano de una de sus hijas y el otro le respondió que todo lo que pudiera ofrecerle ya era suyo.

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