¿Displicentes o desorientados?

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate

Ni el gobierno federal ni el estatal y menos todavía a nivel municipal, se observan principios básicos que deberían marcar una auténtica estrategia ante la pandemia, -hoy más difícil de ser domada que nunca-, y que podrían ser la real coordinación entre autoridades, el conocimiento de datos y evolución del problema sin maquillajes o manipuleos, la fijación de pautas de acción conscientes de la realidad y más cercanas a esta que a los acomodos que cada quien crea a conveniencia de un posible beneficio político.

Además, si algo ha caracterizado a las distintas etapas de la epidemia, es sin duda la falta de información veraz y de comunicación genuinamente orientadora a la población.

Tan grave resulta esto último que de ahí puede entenderse el desconcierto generalizado, las confusiones, las señales contradictorias que traen efectos devastadores en el momento presente, como la incredulidad ciudadana sobre la magnitud del problema o, lo más grave, la total displicencia y desatención que vemos día con día en todos los espacios donde confluye público.

En lo federal, las lecciones diarias en los medios acerca de las medidas preventivas adecuadas, con todo y su pobre armado y presentación, podrían considerarse con alguna eficacia, pero, en el caso de Jalisco, tal parece que se sigue pensando que solamente los mensajes que dan “la nota” y el manejo casi exclusivo de recursos digitales, son suficientes.

Ahora con motivo de la reapertura de miles de negocios en la entidad, obligada e impelida para disminuir el impacto de una paralización prologada de la economía, es de por sí tan altamente riesgosa por el episodio actual de alto contagio y muerte, como para que venga a aflorar, y hay que decirlo, una casi total ausencia de contacto con las mayorías, por ejemplo, en medios tradicionales.

Sin duda los problemas de falta de empatía del gobernador con algunas empresas y trabajadores de medios, o quizá sus consultores que no dimensionan la necesidad de una magna campaña de conciencia social sobre el tema, es en gran parte culpable que no todos los ciudadanos tengan claras las medidas que se toman y, también, que escasos de información no asuman la responsabilidad que la conducta personal significa en este tiempo.

En el caso de Guadalajara, es indudable que el alcalde, Ismael del Toro, tiene presente la magnitud del tema, pero, quizá al igual a lo que sucede en otros municipios, no se aprecia que pueda actuar basado en las necesidades de colonias y barrios tapatíos, con sus propios criterios, cuando es menester hacerlo y no siempre con las líneas e instrucciones que vienen del palacio de enfrente.

El mismo criterio de Enrique Alfaro para que en Jalisco se haga lo que se debe, aunque no coincida con la federación, puede aplicarse en los municipios que igualmente presentan sus condiciones y problemas particulares que no son las mismas en otras partes de la entidad.

No se trata de abrir la brecha de la falta de coordinación, pero sí de permitir que, en la capital del estado, que tiene su propia estructura de gobierno, se lleven a cabo las tareas y toma de decisiones que en el nivel local sean más pertinentes.

Guadalajara tiene sus problemas particulares, lo prueban algunos escollos como señalamientos de inequidad y de falta de transparencia.

Efectivamente, ya nos la “jugamos” con la apertura pese a las recomendaciones de sensatez como las de la Universidad de Guadalajara, ahora, hay que esperar que aquí como en cada municipio, cada uno cumpla con la población ciudadana a la que sirve , misma que necesita y espera, también, que su autoridad local haga la parte que le corresponde.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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