Para mejorar los debates

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PESIMISMO ILUSTRADO/Jorge Rocha

Finalmente estamos en la recta final de estas eternas campañas electorales, que no empezaron hace dos meses y medio, en realidad tenemos desde diciembre del año pasado en este proceso, ya que el intento de regular mejor las campañas, lo que nos dejó fue un tortuoso proceso electoral con tres fases simuladas que en realidad fueron una sola campaña en tres momentos distintos: pre-campañas, inter-campañas y campaña constitucional.

No es fortuito el hartazgo ciudadano luego de la tremenda spotiza y de seis meses donde todos los espacios de análisis político hablaron de una sola cosa: las campañas electorales.

Uno de los debates que me parecen más interesantes de este proceso es precisamente lo que se ha dicho en torno a los propios debates.

Luego de tres debates presidenciales oficiales, tres debates para gobernador oficiales y de un sinfín de mini-debates en universidades, frente a organismos civiles, en organizaciones empresariales, entre otros, me parece que podemos hacer un balance de esta herramienta de las democracias modernas para este proceso electoral que está a punto de terminar.

  1. Los objetivos.

En los debates hay tres actores involucrados: los partidos políticos, las autoridades electorales y la ciudadanía; y cada uno tiene objetivos diferentes para éstos, los primeros tienen como propósito que estos ejercicios se traduzcan en modificar las preferencias electorales a su favor, ya sea para mantener, para crecer o para que los adversarios bajen.

Para las autoridades electorales es dar cauce a los debates de acuerdo a la ley; mientras que para los ciudadanos es observar de una sola mirada a todos los candidatos a un puesto de elección popular para ver su desempeño y contrastar ideas, asumiendo que, de acuerdo a la teoría, los debates sólo sirven para reforzar tendencias pre-establecidas y que sólo modifican la intención del voto posiblemente en 5% del electorado.

El problema de los debates en México es que quienes diseñan y acuerdan las reglas de los debates son los partidos políticos y las autoridades electorales; y es por eso que los formatos tienden a cumplir con los propósitos de estos actores políticos; mientras que los objetivos de la ciudadanía quedan subordinados a los de éstos. Los ciudadanos deberían participar con voz activa y posibilidad de decisión en los diseños de los debates.

  1. El formato.

Afortunadamente en México y Jalisco hemos evolucionado en los formatos de los debates, aunque desde mi particular punto de vista siguen siendo rígidos y acartonados; y donde en no pocas ocasiones se convierten en foros donde los candidatos participantes no tienen interacción entre ellos. Me parece necesario que los formatos avancen hacia modelos como el estadounidense o el francés, donde la oportunidad de debatir y confrontar es mucho más amplia.

  1. Los moderadores.

También tenemos que señalar como un avance que pasamos del modelo de moderador tomador de tiempo y de ceder la palabra, a moderadores más activos, que tienen preguntas más dirigidas y donde se trata de retomar las inquietudes ciudadanas.

Sin embargo, me parece que es necesario transitar hacia una moderación que suscite el debate entre candidatos y no sólo los cuestionamientos individuales, sobre todo retomando la perspectiva de los expertos en temas fundamentales.

Dicho de otra forma, también se necesitan moderadores expertos en los temas propios del debate que ayuden a profundizar y debatir las ideas y propuestas de los candidatos en torno a un determinado asunto.

  1. Los temas.

Para hacer debates que susciten el interés ciudadano es necesario que los temas propuestos sean pocos, los más estratégicos y con validación social.

No sólo se trata de traer a la mesa preguntas de los ciudadanos al respecto de ciertas temáticas, más bien, se tiene que poner a la consideración de los ciudadanos qué agendas se deben debatir y luego elegir para cada debate sólo uno o dos temas, para realmente ayudar a la contrastación y la discusión.

Las agendas “miscelánea” donde se habla de muchas cosas, permiten a los candidatos a hablar con generalidades de los asuntos aduciendo que tienen poco tiempo, es decir, se presta a las respuestas simplistas y de “lugar común”. No es lo mismo dedicar a un tema cinco minutos efectivos, que 45 minutos efectivos.

  1. El número y la regularidad.

Lo ideal para una democracia, desde mi particular punto de vista, es evitarnos los spots y la propaganda electoral de cualquier tipo (mantas, espectaculares, calcamonías, sobreros, pines, paraguas, plumas, volantes, camisas, chalecos, entre otros) y sólo dejaría un buen número de debates, cuatro o cinco para presidente y gobernador; y de carácter monotemático, eso sería más útil y barato que todo lo que tenemos ahora.

  1. La segunda vuelta.

Está muy claro que, tanto en el último debate presidencial, como en el último debate de gobernador, había candidatos sin ninguna posibilidad de ganar la contienda de acuerdo a las encuestas, a los que se les sigue dando tiempo muy valioso que se puede aprovechar de mejor manera. Me parece muy necesario que lleguemos a una especie de segunda vuelta de candidatos en los debates, donde sólo se presenten los que tengan mayor intención de voto y que discutan cara a cara sobre las agendas más urgentes, me parece que eso sería más útil para la ciudadanía.

  1. Los balances ciudadanos y los post-debates.

Me parece que uno de los avances sustantivos en esta materia es la proliferación de mesas de análisis y de discusión post debate que se suscita en medios de comunicación y en redes sociales. Estos ejercicios ayudan a ponderar y a evaluar de mejor manera el desempeño de los candidatos en los debates y permite expandir el ejercicio de discernimiento de los ciudadanos en torno a sus preferencias electorales. Estas prácticas no sólo se tienen que mantener, sino que se tienen que multiplicar.

Espero que para los siguientes comicios tengamos mejores y más sólidos debates.

Profesor investigador del ITESO

@JorgeRochaQ

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