Civilización con barbarie

CESAR-NUEVA

RESTAURACIÓN/César Ruvalcaba

Tres estudiantes de cine en Jalisco que utilizaban una casa para realizar una tarea fueron secuestrados por el crimen organizado, torturados y asesinados para luego disolver sus cuerpos recipientes con acido sulfúrico. Así de simple, así de escalofriante.

Lo que pone en perspectiva este absurdo de la humanidad es que le pudo pasar a cualquiera. No tenían relación con el narcotráfico, no cometieron ningún delito; sencillamente se equivocaron al vivir los mismos tiempos y el mismo lugar de la sinrazón y la barbarie. Y sobre la barbarie que nos habita, con la que convivimos y de la que muchos somos parte, quisiera expresarme.

La teoría sobre la historia de la humanidad ha trazado una línea recta en la evolución de los pueblos que va desde la barbarie hasta la civilización. Se da por supuesto que este camino lo hemos recorrido como sociedad abandonando el salvajismo primitivo y abrazando la sofisticación de la civilización en la modernidad.

En ese trayecto aprendimos a convivir, adoptamos formas de comunicarnos, de organizarnos y de coexistir. Más importante aún, asumimos una cultura compartida, su ética y su estética de la vida, un marco normativo de valores anclado en supuestos morales. Con el tiempo, se establecieron límites y leyes dentro de un Estado que aseguraba libertad y nos permite llamarnos “civilizados”.

Luego de pensar lo que le está sucediendo a México con sus asesinatos que se cuentan por millares, con instituciones corruptas e incapaces, con una sociedad individualista y distraída, con principios y valores fincados en conceptos de felicidad y éxito impuestos por estereotipos que nos hacen indiferentes a las desigualdades, con la tragedia llamando a la puerta ¿en verdad superamos la barbarie? ¿esta es la civilización prometida?

El error está en el mito: la civilización no es la superación de la barbarie. La barbarie persiste y convive en la civilización.

Pero la violencia de los “barbaros” es el resultado de una situación estructural, de un estadio institucional y cultural que lo permite. La historia nos enseña que allá donde los principios rectores de la vida se confunden, donde gobierna la injusticia, la desigualdad y la mentira; donde no hay espacio de disputar democráticamente nuestras diferencias, donde no hay oportunidades para todos, el fantasma del salvaje irrumpe y nos recuerda que no se ha ido.

Decía la filosofa Hannah Arendt que “la triste realidad es que la mayoría del mal está causado por la gente que nunca se decide a ser buena o mala”. Si nuestro país hoy le rinde apología al narco y a sus prácticas es porque en algún momento dejamos de luchar por reivindicar una alternativa más justa.

No es tu culpa ni la mía, pero si es nuestra responsabilidad hacer algo por transformar las condiciones que permiten que el gobierno siga hablando de crecimiento económico, de que “vamos por buen rumbo” o que hay estabilidad, mientras el miedo y la impotencia de vivir con dignidad se convierte en lo cotidiano.

Es momento de hacer algo, lo que sea: marcha, manifiéstate, reflexiona, conversa con tu entorno, posiciónate. Porque cada día hay que ganarnos la civilización; y eso implica convencer al bárbaro, no solamente asesinarlo.

Investigador y doctorando en la Universidad de Madrid

@Cesar_Ruvalcaba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.