¿El candidato que va de primero? Se llama indecisión

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

El domingo pasado 12 millones de personas sintonizaron el primero de los debates por la carrera presidencial. Muchos dicen que era el más importante (por aquello de las primeras impresiones).

Sin lugar a duda, hubo de todo, y no tengo que explicarte demasiado. Tú lo viste seguramente,  así como viste los comentarios, los memes, las bromas y las explicaciones.

No te voy a decir quién ganó. Tampoco te voy a decir por quién tienes que votar ahora. Seguramente tienes tu propia opinión en ambas referencias.

Lo que sí te voy a decir es esto: Quien tú crees que ganó el debate no es necesariamente quien todos creen que ganó. 12 millones de personas vimos 12 millones de debates distintos, y lo que algunos vieron como fuerza otros lo juzgan como intolerancia; lo que algunos llaman debilidad otros llaman estrategia.

Es más, te puedo apostar que tú ya habías decidido quién iba a ganar el debate antes de que empezara. Todos tenemos nuestros gallos y nuestros favoritos, y nuestra percepción siempre se halla dominada, queramos o no, por lo que se conoce en psicología como el “sesgo de confirmación” (confirmation bias), o la tendencia a filtrar los contenidos que recibimos para favorecer solo aquellos que coinciden o confirman lo que previamente creemos saber o hemos decidido.

En la práctica, esto funciona así. Si tú crees que un candidato es corrupto (seguro tienes uno en mente), el 100% de las cosas que diga o haga no harán sino confirmar tu creencia. Si guardó silencio, si habló rápido, si trastabilló, si sonrió.

Lo mismo al revés. Verás a tu candidato favorito siempre con los lentes de tu favoritismo, e ignorarás todos los ataques o argumentos en su contra como mentiras, exageraciones o ataques infundados.

¿Entonces, para qué debates, si ya todo está decidido? ¿Para qué hablar, debatir, dialogar, discutir sobre estos temas si los seguidores seguirán, y los odiadores odiarán?

Pero precisamente allí –diría el gran mimo- está el detalle. Quedan poco menos de 60 días para la elección, y aún el resultado está en la balanza. No pierdas tiempo atacando o denigrando o tratando de convencer a los seguidores de cualquier candidato. Los seguidores y los fanáticos –sí, también tú- no escuchan razones.

El terreno de juego no se halla en las encuestas o en quienes éstas marcan como primero, segundo o tercer lugar. El verdadero juego, el otro debate, está en el 39%-42% de mexicanos que se dicen indecisos; es decir: no saben por quién votarán, o si van a votar en lo absoluto.

Es absolutamente imposible que convenzas a un fanático de cambiar. Es posible, en cambio, ofrecer argumentos emocionales, lógicos y personales para todos aquellos que aún no saben qué hacer.

Entiende que todos los ataques y ofensas a tus adversarios no hacen sino fortalecerlos. En cambio, tu disposición y bandera, bien enarboladas, dan luz a quienes no la tienen. Muchos saben por quién NO van a votar, pero no saben por quién SÍ hacerlo. Y allí está tu tarea. Eso es lo que la democracia pide de ti, y la única estrategia viable a tan corta distancia del primero de julio.

El candidato que va en primer lugar se llama indecisión.

¿Quieres una estrategia? Aquí va:

Primero: dile a la gente que vas a votar, e invítalos a hacerlo también. La forma más segura de tirar todo por la borda es permitir que medio México se quede en casa el primero de julio.

Segundo: elige un candidato y hazlo visible en los círculos en que tengas influencia. Ya sabemos que ninguno es perfecto, pero creer que todos saben o creen lo mismo que tú es absurdo y falso. Te sorprenderías. Se acabó el tiempo de ambigüedades.

Tercero: vota. Y lleva a votar a todos los que puedas.

No te engañes. Las cosas no están escritas. Quienes dicen esto lo hacen para que te convenzas de que votar o hablar es ya inútil. No lo es. Aún hay tiempo y fuerza. Y tiempo y fuerza es todo lo que necesitamos.

Director general de DiezLetras Comunica

@Franciscogpr

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