CAMBIO Y ACCIÓN
Claudia Murguia
Es demasiado claro que vivimos en un país gobernado por la demagogia, la locura y la mentira.
A diario el presidente de la República busca apagar el fuego ante el gran incendio en que se ha convertido su mandato, es claro que su aspiración de seguir insistiendo en alcanzar la mal llamada y fracasada Cuarta Transformación contribuye con su ansia de poder para «tapar» el desorden que prevalece en las instituciones, la gobernabilidad y el país.
De ahí que la simulación sea una necesidad eminente en la que se ha especializado también, el gabinete federal.
Los fracasos como el AIFA, la corrupción que impera en el gobierno federal, la imparable inflación, los señalamientos sobre el dinero que le «aportaron» y dieron vida de turista a Andrés Manuel López Obrador para viajar por todo el país haciendo campaña revelados en el libro: «Rey del Cash», el problema y falta de atención que ha generado la desaparición del apoyo a niñas y niños con cáncer, entre muchos más; son fracasos que se niega a aceptar y recurre a generar incendios descalificando con todo el poder del Estado a sus críticos.
Un gobernante que vive en una constante paranoia que al no escuchar, no ver y no reflexionar sólo se dedica a reaccionar creando contantes distractores, un presidente que vive y gobierna en un constante delirio de persecución al sentir que las críticas no tienen sustento y solo buscan desacreditarlo, siendo esto totalmente falso, todo gobierno debe enfrentar la criticas, asumirlas y verlas como una oportunidad de mejora.
Está esquizofrenia esta no le permite razonar con claridad, ni distinguir la realidad de la fantasía y no permite tomar decisiones adecuadas así como un diálogo fluido y una relación sana con otras fuerzas políticas o sectores sociales. El presidente tiene un desajuste extremo de personalidad en donde sus aliados son las mejores personas y sus «enemigos» son lo peor que existe y solo buscan su descrédito.
Tenemos un presidente distractor, un gobierno enfermo, que con mentiras evade la realidad y sus obligaciones, El presidente y su gabinete esta perdido en una fábula creada por él. Las consecuencias ya son latentes, y habrá graves secuelas en un futuro. Y ninguna distracción podrá ocultar esta realidad.
