La resistencia indígena

HABLEMOS DE DERECHOS

Salvador Romero

De acuerdo con Yuval Noah Harari (Sapiens: 2011), la creencia colectiva en los mismos mitos, leyendas, dioses, héroes o enemigos (reales o imaginarios), son elementos indispensables para cohesionar y permitir la cooperación entre grandes comunidades de seres humanos, por lo que desde hace alrededor de 10,000 años, con la invención de la agricultura, el sedentarismo y la fundación de las ciudades-estados, todas las culturas han requerido, en mayor o menor medida, rodearse de creencias que diferencien a sus integrantes, lo que ha dado origen a muchas ideas y costumbres que hoy en día suelen traducirse en lo que conocemos como “nacionalismos”.

En el presente, a pesar de que la ciencia ha demostrado la irracionalidad detrás de estas conductas y sentimientos instintivos de nuestra especie, su naturaleza misma sigue impulsando, generación tras generación, culturas sectarias y discriminatorias, que fomentan y aplauden la unidad colectiva a través del respeto y reconocimiento de aquellos que son “iguales” y el repudio de aquellos que son “diferentes” (e.g. extranjeros).

En ese contexto, el pasado 13 de agosto de este 2021 se cumplieron 500 años del día en que un diminuto ejército español, de menos de cuatrocientos soldados liderados por Hernán Cortés, apoyado por un gigantesco ejército de miles de indígenas, la mayoría de ellos tlaxcaltecas, lograron someter a la enorme capital del Imperio Azteca con alrededor de medio millón de habitantes: Tenochtitlán.

En el marco de dicho aniversario, el gobierno de la Ciudad de México, tomó la decisión de “re-bautizar” ese día como el aniversario de los “500 años de resistencia indígena México-Tenochtitlán”, con el objeto de recordar “la proeza del recuerdo de la civilización mexica”, retomando con ello una visión equivocada y derrotista de la historia de nuestro país, a pesar de que durante décadas muchos académicos e historiadores han luchado contra ella, como el finado Luis González de Alba (Las mentiras de mis maestros: 2002), precisamente porque es una visión ignora el verdadero proceso de gestación doloroso llamado “conquista” y “colonia”, que eventualmente dio alumbramiento a un país llamado “México” hasta el siglo XIX.

Por consecuencia, la narrativa oficial de que México fue conquistado durante 300 años por España (y su posterior “independencia”), es completamente falsa, porque nuestro país no existía cuando los españoles llegaron a este territorio que ahora conocemos como México; lo que existían eran decenas de diferentes civilizaciones y culturas indígenas, sedentarias o nómadas, que se consideraban completamente autónomas e independientes unas de las otras, entre las cuales muchas de ellas odiaban a la que en ese momento era la más poderosa y cruel de todas: La Mexica o Azteca.

En ese sentido, México y su cultura son producto de la mezcla entre muchas culturas indígenas, cuya cohesión fue posible por el mestizaje con los españoles, y por la consabida imposición de su idioma, leyes, religión, apellidos y forma de gobierno occidentales que, combinada con sus tecnologías, sus animales como caballos y vacas, y sus alimentos, hicieron posible el nacimiento de un nuevo país hace 200 años, completamente inexistente hace 500 años.

Sin embargo, es evidente y hasta cierto punto preocupante que este tipo de conmemoraciones no ayuden a superar complejos a los que la historia oficial nos ha sometido durante casi dos siglos, pues según señalaba Octavio Paz (El Laberinto de la Soledad: 1950) desde la conquista azteca en manos de los españoles, los mexicanos hemos intentado adoptar una identidad extranjera mientras encontramos la propia, habiéndonos sentido muchas veces unos “hijos de la chingada” sin encontrar nuestro lugar ni identidad en el Planeta.

En conclusión, me queda claro que todos los gobiernos apuestan a cohesionar a la sociedad y para ello utilizan continuamente las mismas fórmulas que han funcionado por milenios, construyendo mitos, héroes y/o enemigos que sirvan para darle sentido de identidad y unión a sus integrantes.

Sin embargo, en ese afán populista muchas veces se pueden cometer graves errores históricos que pueden generar o preservar daños innecesarios a la moral y sentir colectivos, reabriendo o infectando heridas que no nos corresponde padecer ni como nación ni menos como personas, ya que no somos ni conquistados ni conquistadores, ni aztecas ni españoles, sino simplemente mexicanos… pero sobre todo: humanos.

Consejero ciudadano del ITEI Jalisco

@chavaRomero

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