DIVISADERO
Eduardo González Velázquez
La salud política de cualquier régimen necesariamente pasa por una transición pacífica y democrática del poder, cuando esta condición se mina o definitivamente se desmorona el régimen puede caer o al menos sentir sacudir sus cimientos. Eso es, precisamente, lo que intentó hacer hace un año el expresidente, Donald Trump.
La incursión violenta al Capitolio el 6 de enero de 2021 por parte de los seguidores del expresidente, intentaba detener definitivamente (solo lo consiguió por unas horas) la sesión conjunta del Congreso presidida por el ex vicepresidente, Mike Pence, donde se calificarían los votos de Colegio Electoral que daban el triunfo al candidato demócrata, Joe Biden.
Luego de la trifulca que tuvo como consecuencia la muerte de cinco personas, la sesión continuó y el veredicto final se emitió.
A un año de aquellos sucesos, planteamos varias reflexiones.
1) La profunda división y encono político que vive la sociedad estadunidense continua y se profundiza al paso de los meses. La sociedad dividida que recibió la presidencia de Donald Trump, sigue abriendo zangas entre las comunidades en lugar de sanar las diferencias, porque el deterioro del tejido social comenzó agudizarse desde el momento en que el republicano anunció su interés de llegar a la Casa Banca y lo consiguió, con terribles consecuencias por su desempeño.
Las divisiones en la sociedad, debemos decirlo, no son solo consecuencia de la política, sino también de la economía y de la ofensiva concentración de la riqueza que agudiza las diferencias entre los distintos estratos sociales.
2) A más de un año de la elección presidencial, 71 por ciento de los votantes republicanos siguen pensando que le robaron la elección a Donald Trump, y que Joe Biden ejerce su poder de forma ilegítima. Esa situación ha llevado a una parálisis política en la capital estadunidense que ha impedido que Biden saque adelante buena parte de su agenda de trabajo y cumpla sus promesas, las cuales, por cierto, tampoco han recibido el total respaldo de sus correligionarios. La “mentira del fraude electoral” sigue cobrando factura en los corrillos de Washington.
3) El avance de los grupos de extrema derecha, ultraconservadores, milicias violentas y supremacistas blancos (Proud Boys, Oath Keepers y Three Percenters) continúa siendo uno de los escollos más significativos para resolver las heridas de la sociedad estadunidense.
Pareciera que el asalto al Capitolio no fue un hecho aislado, sino un eslabón en la cadena de ataques orquestados por estas organizaciones a las instituciones norteamericanas. Es significativo que 4 de cada 10 votantes republicanos e independientes consideran que la violencia contra el gobierno “a veces es justificada”.
4) Sin duda, una de las asignaturas pendientes del gobierno de Joe Biden, de los partidos políticos y la sociedad en su conjunto, es evitar que el extremismo siga echando raíces en el vecino de norte. Para ello, no solamente es necesario detener la propaganda de información falsa, sino fundamentalmente lograr que el sistema político ayude a resolver de mejor manera las necesidades de la comunidad y haga lo necesario para que las condiciones de desigualdad, pobreza y vulnerabilidad que viven millones de personas en Estados Unidos se reduzcan considerablemente. De lo contrario, como suele suceder, la economía pulverizará la acción política.
5) A fin de dejar en claro lo que sucedió hace un año en el Capitolio el Comité especial de la Cámara de Representantes compuesto por siete miembros del Partido Demócrata y dos del Partido Republicano, deberá concluir de la mejor manera su investigación para deslindar responsabilidades, pero sobre todo será necesario que sepamos ¿qué sabía Donald Trump sobre el asalto al Congreso? ¿Cuándo lo supo? y ¿qué hizo una vez que se enteró?
Solo así tendremos la película completa de uno de los pasajes más oscuros de la historia reciente de Estados Unidos.
