España investigará lo ocurrido tras las muertes en residencias de ancianos

AFP.- ¿Qué errores llevaron a tantos muertos? Empieza a investigar los dramas que ocurrieron tras las paredes de sus residencias de ancianos, donde miles de defunciones son “atribuibles” al coronavirus.

En cambio, los geriátricos sin víctimas hacen valer sus buenas prácticas, como un centro “cero coronavirus” donde la mitad del personal se encerró 28 días con sus residentes.

Investigaciones sobre 86 residencias
Por denuncias de familias o de trabajadores, la fiscalía abrió investigaciones penales contra 86 geriátricos por toda España.

Cuarenta afectan a centros de la región de Madrid, donde 1.054 residentes en total fallecieron con un diagnóstico positivo de coronavirus.

Pero añadiendo los casos sospechosos, 5.688 defunciones son “atribuibles” al coronavirus, según la comunidad de Madrid.

“Todos hemos cometido errores”, declaró públicamente el consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero.

En su intervención alegó que estos establecimientos para gente mayor o incapacitada, en su mayoría sin medicalizar, no estaban “suficientemente preparados” para afrontar “una crisis sanitaria de las dimensiones de la actual”.

El político apuntó a la dificultad de aislar a los residentes, la falta de protección para los profesionales y la tardía obtención de pruebas diagnósticas.

En Alcorcón, ciudad de 170.000 a 13 km al suroeste de Madrid, al menos 116 personas fallecieron en cuatro residencias.

Otras veinte investigaciones están en marcha en la segunda región más castigada, Cataluña, donde 2.621 personas fallecieron en residencias por coronavirus o sospecha de tenerlo.

Muchísimas bajas laborales
Directora de un grupo de siete residencias de mayores en España, Beatriz de Villamor Pimentel, explica a la AFP haber vivido “una situación de gran impotencia y mucha tristeza”.

“A finales de febrero, habíamos anticipado la compra de mascarillas y material de protección para todos los profesionales y reforzado las plantillas”, dice la directora de 29 años.

Pero el nuevo coronavirus se ha infiltrado en tres de las siete residencias privadas. Y en una de ellas se han producido diez fallecimientos de los cuales dos son casos de COVID-19 confirmados.

Los centros, asegura, contaban con “un equipo medico y personal sanitario profesionalizado y de gran valor humano”.

Pero en la residencia madrileña “que acoge a 55 residentes y contaba con 25 trabajadores, hemos sufrido 12 bajas laborales”, explica la directora, siendo “casi imposible encontrar personal de sustitución”.

Con los hospitales colapsados, Beatriz de Villamor Pimentel asegura que “no ha sido posible trasladar al servicio hospitalario de urgencias a muchos residentes”. “Nos hemos tenido que convertir en centros medicalizados, sin los medios adecuados para gestionar esta crisis”, lamenta.

Reaccionar rápido

Otras residencias esquivaron el desastre, como el centro Las Praderas en Pozuelo de Alarcón (86.000 habitantes) en la periferia de Madrid, que abrió sus puertas a la AFP-TV.

Desde la primera semana del estado de alarma decretado el 14 de marzo, sus 90 residentes fueron confinados en sus habitaciones.

Una fisioterapeuta se protege de la cabeza a los pies antes de visitarlos para practicarles algunos ejercicios de movilidad. Y cada mañana, un operario pulveriza un producto desinfectante en todos los rincones del establecimiento.

“Cuando un anciano empieza a sentirse mal” se lo aísla durante catorce días y, si es necesario, es enviado a un hospital, explica su director, Daniel Agha Rodríguez, de 35 años, que insiste sobre la necesidad de reaccionar rápidamente.

El local cuenta con la presencia constante de un médico y dos enfermeras y el director toma a diario la temperatura de sus residentes.

Cinco personas murieron desde el 8 de marzo, pero por patologías previas y, a priori, sin coronavirus, declara el responsable.

Cuando pudieron practicar pruebas, solo 3 de los 90 residentes dieron positivo.

Trabajadores confinados con ancianos

Otros asilos decidieron proteger a sus ancianos encerrando con ellos a su personal. El primero fue el Centro Geriátrico de Lleida, en Cataluña (noreste).

“Nosotros podíamos ser portadores del virus y nuestros usuarios eran la población más vulnerable, y no se podía comprar mascarillas ni geles hidroalcohólicos…”, recuerda su directora, Carol Mitjana, de 35 años.

“Vimos que la única manera posible de poder parar el virus a las puertas era estando dentro y blindando el edificio. Entonces, no lo dudamos”, explica.

“Pasamos 28 días dentro del centro, con la mitad de la plantilla, 22 personas, para 89 residentes”, continúa.

Una vez obtuvieron equipos de protección y tests, el 9 de abril volvieron a funcionar con relativa normalidad, aunque aumentando la plantilla y aplicando protocolos estrictos.

“A día de hoy continuamos siendo un centro cero COVID y estamos muy contentos”, celebra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.