Del efecto al defecto

PUNTO CRÍTICO/Gabriel Torres Espinoza

La habilidad para transmitir mensajes políticos fue una de sus fortalezas.

A misteriosos secretos y peculiares personajes se les atribuyó buena parte de ese ‘efecto’ comunicacional.

Enrique Alfaro ha sido uno de los políticos mejor alentados en la opinión publicada.

La marca Alfaro se construyó, en buena medida, en entrevistas radiofónicas, televisivas e impresas.

En miles de piezas periodísticas publicadas sobre su discurso, la mayoría de las veces, políticamente correcto.

Más ‘aire’ que ‘calle’, colocaron a Alfaro en la mira de la sucesión del gobierno de Jalisco.

Arrancó con poco dinero, pero con mucha disposición, trabajo y talento.

El otrora presidente municipal de Tlajomulco inauguró un método disruptivo de comunicar.

Situó el acento en las plataformas digitales, mientras simultáneamente atendía la construcción de opinión, con horas diarias de cabildeo a comunicadores.

Alfaro siempre estuvo dispuesto a abundar en detalles, a ofrecer su versión de las cosas.

Pero sobre todo, a generar empatía con la prensa tradicional. Su primer círculo entendió la ruta y actuó en consecuencia: Dividió el trabajo.
Enrique Alfaro se construyó en los medios.

Esa marca que fue un paraguas para el triunfo (por arrastre) de diversos candidatos de Movimiento Ciudadano, surgió -también- con el apoyo de los medios.

Como resultado de acuerdos con directores, pero en la mayor parte de las ocasiones como consecuencia del trato afable, dispuesto y abierto de un político que ofreció una forma diferente de asumir el poder público.

Ese político de oposición vendió una idea, y para ser francos, buena parte de los comunicadores más encumbrados de Jalisco la compraron.

Su discurso políticamente correcto, articulado y fluido, hacía difícil ignorarlo durante los debates públicos.

Su postura estuvo, fundamentalmente, del lado de los reclamos más sentidos de la población.

Cuidadoso de los tiempos, atento a los movimientos y organizaciones sociales y siempre de frente al poder público, del cuál se planteó ser un retador consuetudinario.

Una oposición abierta y ágil, que muchas veces dejó constancia de saber ceder algo, para no perderlo todo.

En la propia medida que el movimiento alfarista incrementó sus activos políticos, alojados en el partido Movimiento Ciudadano, la metamorfosis inició.

El mal carácter resultó más visible. Las decisiones apresuradas, alentadas desde un triunfalismo pendenciero, también.

El trabajo eficaz de Enrique Alfaro borró a sus adversarios de la arena política en Jalisco.

Sumó y pactó con todos. Como consecuencia, los medios poco a poco dejaron de ser objeto de su atención y comprensión, resultándole ahora… incómodos.

Los mensajes del personaje central de la construcción de la ‘nueva historia’ naranja se apartaron paulatinamente de lo políticamente correcto.

La buena relación con los medios de comunicación erosionó con desatenciones, reclamos airados, respuestas y reacciones grotescas.

Ya no era necesaria la fuerza de la opinión pública, cuando había tejido alianzas suficientes para competir con una oposición testimonial, de un gobierno que terminó con la medida tomada.

Se empoderó… y así el efecto, se convirtió en defecto.

Director Gral. de la Operadora SURTyC de la U de G

@Gabriel_TorresE

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