Mezclas duras y partidos políticos

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PESIMISMO ILUSTRADO/Jorge Rocha

Desde mi particular punto de vista, el tema más importante de las precampañas electorales, no es el jingle de Movimiento Ciudadano, ni el inglés de Anaya, ni la supuesta intromisión de Rusia en las elecciones mexicanas y mucho menos que el candidato presidencial del PRI se le nota la falta de pericia en el trato con la gente.

Lo que está generando el mayor debate es el híper pragmatismo político que estamos viendo, la transferencia de cuadros entre los distintos partidos políticos y las “mezclas duras” que empezamos a ver en la escena pública.

Hace seis años no estaba dentro de ningún imaginario que el PAN y el PRD tuvieran un candidato único a la presidencia de México, luego de protagonizar un profundo conflicto político.

Hace tres años era inimaginable que Movimiento Ciudadano y el PRD Jalisco compartieran las listas de diputados locales y por supuesto que no le pasaba a nadie en la cabeza que una ferviente anti-lopezobradorista como Gabriela Cuevas, terminara enrolada en las filas de MORENA.

Hace un par de años tampoco nadie creería que López Obrador haría de Cuauhtémoc Blanco su candidato para gobernar Morelos.

La imaginación política no nos daba para tanto. Hoy por hoy todos estos fenómenos están sucediendo y la gente está confundida ante esta enorme distorsión de las geometrías políticas.

La razón fundamental para ver estos fenómenos políticos es la renta electoral de corto plazo, es decir, garantizar en la medida de lo posible la victoria en las elecciones.

Por el momento actual que vive el país de una profunda desconfianza hacia los partidos políticos y por la segmentación del “mercado” electoral, muchas de las estrategias para ganar adeptos es hacer alianzas con muchos grupos políticos que aseguren el voto de pequeños conglomerados de personas, que en la sumatoria otorguen el objetivo de ganar las elecciones.

Este asunto provoca por lo menos dos problemas, el primero que un profundo desdibujamiento de los principios y programas de gobierno, que pasan a segundo término, ya sea porque pueden obstaculizar las alianzas o porque el objetivo central que da soporte a estos acuerdos es simple y llanamente ganar la elección.

Esto a su vez provoca confusión en los ciudadanos al no tener claridad de cuáles son los elementos verdaderamente diferenciadores entre las distintas opciones políticas.

El segundo problema, al menos en la experiencia mexicana, es que las alianzas electorales no funcionan como alianzas de gobierno, es decir, las administraciones públicas que emanan de estos procesos no han generado mejores desempeños gubernamentales, al contrario, no se experimentan y se llevan a cabo los deseos de cambio y de alternancia que anhelan los ciudadanos, provocando con ello una mayor decepción hacia los partidos políticos y hacia la democracia.

Ante esta crítica de híper pragmatismo, la clase política responde que el primer objetivo es ganar y que luego verán cómo resuelven los problemas derivados de la alianza.

Sin embargo, la evidencia parece mostrar que el segundo paso nunca se resuelve de la forma más adecuada.

Profesor investigador del ITESO

@JorgeRochaQ

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