La alegría de Don Pepe

cesar-iniguez-avatarTRIBUNA/César Iñiguez

Don Pepe vivía con gran intensidad la vida; no hace mucho acababa de perder a su esposa por una enfermedad y sobrellevó ese momento de dolor recargado en su familia, por sus hijas y por sus nietos.

Don Pepe, abogado de profesión, originario de Villa Corona, fue síndico de su tierra natal, antes de instalarse permanentemente en Guadalajara, al sur de la ciudad.

Don Pepe, era ya abuelo y no parecía serlo, era deportista, jovial, preparado y con una inquietud constante por participar en causas comunitarias y preocupado por ayudar a los demás.

Futbolista en sus buenos tiempos y un ciclista frecuente, que adoptaba también como deporte de competencia; en las que aún en épocas recientes, seguía ganando diferentes carreras organizadas en la zona metropolitana.

Conocí a Don Pepe por unos buenos amigos en común, varias veces fui a su casa y disfrutábamos de charlas amenas; otras veces más tomábamos un café en algún restaurante mientras hablábamos del camino que debíamos recorrer como sociedad para mejorar.

Pronto nos tuvimos buena estima; no sé si él a mí, pero yo siempre lo vi a él como uno de esos hombres que necesita la sociedad; con valores, sensato, trabajador, honorable, ejemplo permanente para su familia, era no sólo un buen hombre, sino una persona comprometida con su comunidad; siempre le observé con respeto y admiración.

Mi reconocimiento a Don Pepe aumentó por la buena fe que me tenía, sin sentir ser merecedor de ella; lo que me me demostraba su calidad humana y su generosidad.

Don Pepe hacía su vida llevadera y la veía con filosofía luego de la irreparable pérdida de su esposa Socorro, aunque solo en algunas ocasiones lo manifestaba, se notaba el gran vacío que llevaba luego de perderla repentinamente por una enfermedad.

El Licenciado Pepe vivía al sur de la ciudad, nos hablábamos con frecuencia para saludarnos; y el miércoles 14 de septiembre recibí la llamada de un buen amigo, que es su sobrino, para informarme que al momento de resistirse a un asalto, un cobarde y mal nacido delincuente le arrebató la vida.

Poco tenía de haberme enterado de que otro desquiciado sujeto, por la mañana ingresó a la Fiscalía General y abrió fuego contra media decena de servidores públicos, asesinando a una persona y dejando gravemente heridas a otras dos.

¿Qué no está pasando como sociedad?

¿Qué nos ocurre?

Me llena de impotencia e indignación que la inseguridad me arrebató a un buen amigo, como a muchas personas les arrebata a sus hermanos, padres e hijos a diario.

Dios les dé fortaleza a la apreciable familia de Don Pepe y a todos los deudos que sufren grandes pérdidas por la inseguridad imparable de nuestra ciudad.

Analista político

@CesarIniguezG

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