El bikini, 70 años de sensualidad

bikini

 

Fue el 5 de julio de 1946 cuando Louis Réard —un ingeniero mecánico que entró al terreno de la moda para ayudar a su madre en una zapatería francesa— presentó en París al “traje de baño más pequeño que el traje de baño más pequeño del mundo”. No había manera de que nadie superara ni el provocador diseño, ni el peculiar slogan.  Ni siquiera su acérrimo enemigo, el diseñador de moda Jacques Heim, con quien competía palmo a palmo por ofrecer el traje más atrevido y diminuto posible.

 

La sugerente propuesta de Réard, que consistía en un sujetador para la parte superior y dos triángulos unidos por tiras para la parte inferior, escandalizó a todos, incluyendo a las modelos europeas que rechazaron portar la prenda por pudor. Entonces el modisto se fue al otro extremo: buscó a una mujer acostumbrada a aparecer desnuda, para quien colocarse unos “pedazos de tela” resultara peccata minuta. Así fue como llegó a Micheline Bernardini, una bailarina exótica del Casino de París, quien encantada de la vida aceptó el trabajo sin imaginar que al mismo tiempo inscribiría su nombre en la historia de la moda.

 

Bernardini apareció un día como hoy pero de hace 70 años en la Piscine Molitor, una piscina pública popular de la Ciudad Luz para dejar a todos sin aliento con aquel traje de baño de 76 centímetros cuadrados de tela divididos en dos piezas que iban sujetadas al cuerpo femenino gracias a delgadas tiras. Réard bautizó a su creación con el nombre de Bikini en honor a un atolón (conjunto de pequeños arrecifes) de las Islas Marshall en el océano Pacífico, donde ese mismo año el ejército de Estados Unidos realizó pruebas nucleares.

 

El transgresor diseño, que por cierto cabía en la diminuta caja que la modelo sostenía en la mano (“No es un auténtico bikini a menos que pase a través de un anillo de bodas”, rezaba el slogan) escandalizó y luego cautivó al mundo entero para convertirse en la prenda más atrevida y también la más criticada.

 

Tras el concurso Miss Mundo realizado en Londres en 1951, el bikini fue acusado de “pecaminoso” por el Vaticano y prohibido en países como Italia, Bélgica y España. Pero al final, el bikini se impuso por decisión propia de las mujeres (obviamente la mayoría de los hombres nunca se han quejado) quienes encontraron en actrices como Brigitte Bardot, la propia Marilyn Monroe y en Raquel Welch, a algunas de sus más valientes defensoras.

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