Calumnias en Redes Sociales

HABLEMOS DE DERECHOS

Salvador Romero

 

Recientemente han escalado en nuestro país la cantidad de ataques y ofensas que se profieren en las redes sociales digitales, entre muchas otras cosas, producto de la polarización política que se ha generado desde el 2018 entre quienes apoyan al presidente del país y quienes no lo hacen.

Unas cuantas veces esos ataques y ofensas adquieren un ingrediente especial que las convierte además en actos de calumnia y difamación, lo cual aumenta considerablemente su gravedad, pues una agresión es asumida como un ataque derivado de la opinión personal que se tiene respecto a otra persona, pero cuando se calumnia, más que ofender, se acusa pública y falsamente a otra persona de ser deshonesta o delincuente.

Bienvenida sea, por supuesto, la libertad de expresión en cualquier democracia liberal, ya que es siempre valioso para una sociedad que cualquier persona pueda externar sus opiniones o pensamientos y dar a conocer el fruto de sus investigaciones, el problema surge cuando abusamos de esa libertad y pretendemos hacer pasar una opinión como una verdad probada para dañar el honor y buena fama de otra persona, sin tener ninguna certeza de que la información sea verdadera.

En ese sentido, es indispensable que cualquier persona que pretenda acusar a otra persona de algún hecho que no le conste o no tenga elementos probatorios para sustentarlo, tenga la obligación moral y legal de evitar esa acusación, incluso si es en forma de pregunta acusatoria, pues sus efectos serán idénticos, sobre todo cuando dicho cuestionamiento se haga partiendo de una supuesta premisa fáctica.

No es casualidad que desde los textos bíblicos la calumnia haya sido considerada como un pecado grave (“No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.” Éxodo 20:16) y que desde la antigüedad exista el dicho “calumnia, que algo queda”, porque es evidente que quien calumnia -deliberada o inconscientemente- está causando a la otra persona un daño irreparable, que pudiera ser grave, lastimando su integridad, reputación o relaciones personales, con peores consecuencias, incluso, que si hubiera cometido un delito patrimonial en su contra.

Aunque muchas personas se ocultan en la “distancia” de la víctima que permiten las redes sociales para calumniar y difamar (es mucho más fácil que hacerlo de frente), es un hecho que atentar contra la reputación y buen nombre de otras personas es una conducta muy grave, al grado que durante muchos siglos dichas bajezas fueron consideradas como delito que, por su mal uso político, fueron derogadas de los códigos penales, más no así porque se consideren conductas tolerables.

Las difamaciones y calumnias anónimas también son graves, pero su daño siempre será mucho menor que cuando las realiza quien, identificándose plenamente, se atreve a asegurar mentiras y falsedades en contra de otra persona y, todavía mucho más graves, cuando quien calumnie tenga reconocimiento social o se ostente como un paladín de la verdad y de la transparencia.

Hombres y mujeres debemos asumir siempre la responsabilidad de lo que decimos, sobre todo cuando lo hacemos públicamente y utilizando premisas falsas, pues de lo contrario perdemos toda clase de respeto y credibilidad, especialmente cuando después de que cometemos el error de difamar y calumniar públicamente a otra persona, pretendemos que borrando la publicación y pidiendo una disculpa privada es suficiente para enmendar nuestra falta de ética.

No me parece correcto ni propio de una persona seria, con principios, dignidad y valores, el lastimar y difamar al prójimo y luego pretender que no pasó nada, buscando usar argumentos absurdos para asegurar que la mejor estrategia es simular que la difamación y la calumnia nunca se llevaron a cabo, buscando pretextos para evitar dar una disculpa pública seria.

Si alguna vez llegaren a difamar o calumniar a una persona, más allá de cualquier consideración legal, lo más importante es que eviten ser cobardes y proteger a quienes los incitaron a la calumnia (si fuera el caso), pues de lo contrario lejos de volverse menos culpables se vuelven títeres, cómplices y menos dignos de confianza, toda vez que un verdadero acto de contrición debe incluir también una explicación detallada y transparente de las razones para calumniar.

Oscuros y tristes serán los días cuando las personas medrosas y desalmadas triunfen y, en nombre de la libertad de expresión o de prensa, puedan calumniar y difamar sin consecuencia alguna, pretendiendo que basta con borrar el mensaje difamatorio y unos cuantos sollozos para desagraviar a las personas que calumniaron y difamaron en redes sociales.

Comisionado presidente del ITEI Jalisco

@chavaromero

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