Nuestro «perro» guardían

HABLEMOS DE DERECHOS

Salvador Romero Espinosa 

 

Muy pocas políticas públicas y reformas son tan antidemocráticas y peligrosas para una sociedad como aquellas que tienden a la militarización de un país, porque ello genera incentivos y escenarios perversos tendientes a la violación de derechos humanos y libertades individuales, por lo que debemos de estar muy preocupados y alertas ante la reciente reforma que militariza la seguridad pública en el país al convertir la Guardia Nacional (en teoría civil) en parte de las Fuerzas Armadas.

Para entender la magnitud del problema imaginemos que el Mundo es un fraccionamiento y cada país es una casa con su propio líder (gobierno), familia (sociedad) y jardín (recursos), en el que durante muchos siglos se ha vivido en un constante pleito entre vecinos para tratar de arrebatar territorio y/o recursos del vecino al que consideran más débil, estúpido o distraído.

En ese contexto, cada vecino decidió hace mucho tiempo que la mejor idea para proteger su casa, familia y jardín era entrenando a un “perro guardián”, dispuesto a matar al perro o a cualquier vecino que osara entrar a su territorio sin su consentimiento (invasión).

Evidentemente, el dueño del perro guardián (gobierno) debe entrenarlo para que no ataque a un miembro de la propia familia ni a las visitas, por lo que este perro (ejército) debe ser lo suficientemente agresivo para matar a cualquier invasor, pero a la vez lo suficientemente dócil, inteligente y preparado para nunca desconocer a los habitantes de la casa, ni menos a su dueño.

Por ello, en teoría, los países forman y mantienen a este “perro guardián” (grupo de fuerzas armadas) con el principal objetivo de defenderse de amenazas foráneas, particularmente ataques, guerras e invasiones (como la que actualmente está sufriendo Ucrania por parte del “perro” de los rusos), pero siempre condicionando al “perro” a vivir en el jardín, lejos de los habitantes de la casa, para evitar algún accidente o abuso de su parte.

Sin embargo, en México -por ejemplo- llevamos más de 100 años sin que nuestras fuerzas armadas hayan cruzado una sola bala con algún ejército extranjero en nuestro territorio y, sin embargo, nuestro “perro” sigue exigiendo más alimento para ser más grande y fuerte, sin que en realidad tengamos ninguna amenaza real que justifique seguirle dando tanto poder.

Seamos francos, ningún país de Centroamérica representa para México una amenaza de invasión a nuestro territorio y, si acaso lo intentaran, es evidente que con un pequeño porcentaje de la fuerza que tiene actualmente nuestro “perro” sería suficiente para despedazar al “perro” de cualquiera de dichos países.

Por el otro lado, siendo francos también, en caso de que el “perro” del norte (el más grande del Mundo) quisiera invadirnos, nuestro “perro” sería despedazado más rápido que si fuera pequeño cachorrito indefenso, por lo que sabemos que en realidad no nos sirve de nada tenerlo para defendernos contra ellos.

Así las cosas, actualmente nuestro “perro” no nos protege de amenazas extranjeras (su principal razón de existir) y su único objetivo actualmente es proteger al “dueño de la casa” (presidente) de sus propios familiares (mexicanos) y también a los vecinos de la casa del norte para que no se les “cuelen” visitantes no deseados de Centroamérica, por lo que usan a nuestro propio “perro” para ahuyentarlos en su intento de cruzar por nuestro jardín.

Pero más allá de ello, uno de los grandes problemas que tenemos en México es que a nuestro “perro” no le gusta vivir en el jardín, quiere vivir adentro de la casa y, de vez en cuando, morder a sus habitantes cuando le exigen que se baje de la cama o del sillón.

Tampoco le gusta a nuestro “perro” rendir cuentas ni ser transparente, y bajo el pretexto de la “seguridad nacional”, (que en realidad ni siquiera está en riesgo) oculta todo tipo de información relacionada con sus actividades dentro de la casa, donde hace funciones de carpintero, electricista, plomero y demás, cobrando lo que quiere y mostrando los dientes a cualquiera que ose cuestionarlo.

Por si fuera poco, este “perro” cada día le exige al “dueño de la casa” más alimentos (recursos), más poder (funciones de seguridad pública) y más autonomía para tomar sus decisiones, y durante muchas décadas ha logrado que “dueño” tras “dueño” caigan en la trampa de seguir impulsando reformas para fortalecerlo, con el riesgo de que el día que llegue un “dueño” que lo quiera sacar al lugar que le corresponde en el jardín (lejos de los habitantes de la casa), nuestro cada día más poderoso “perro” lo despedace a mordidas.

Consejero presidente del ITEI Jalisco

@chavaromero

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