Las clases y la “ola”

HACIENDO ADOBES Miguel Zárate

 

No es algo digamos frecuente que el presidente López Obrador y el gobernador Enrique Alfaro coincidan en criterios a seguir en sus políticas públicas.

Sin embargo, han adoptado una posición con muchas similitudes en cuanto a la necesidad de superar año y medio de confinamiento en los planteles escolares y, a fin de cuentas, ordenan para este fin de mes el regreso a las aulas.

Bueno que se den puntos de vista convergentes ya que sería un tanto ilógico que se dieran discrepancias en la educación pública entre federación y estado.

Es de creer que tienen conciencia de lo que están haciendo y para la gran mayoría no hay dudas en cuanto a que es imposible mantener por más tiempo retenidos a los educandos en sus hogares.

La situación, claro, no es para tomar las cosas con ligereza, ni es posible pensar en que será fácil. La tercera ola de Covid es una realidad y hay mucho de por medio para poder sortearla.

Sin embargo, hay bases para creer que hay disposición para implementar las medidas necesarias y, desde luego, esto requerirá de un esfuerzo mayor a fin de que las condiciones permitan reducir al máximo los riesgos. Lo malo es que no todos los sectores involucrados están en ese mismo contexto.

Al menos no se ha visto que el magisterio, o tal vez algunos dirigentes sindicales, estén entendiendo a cabalidad el momento. De hecho, hay quienes ya están poniendo el grito en el cielo y anticipando su oposición, no tanto por lo que significa crear una situación favorable al regreso a clases sino, por el contrario, porque alegan que esto significará trabajo “extra” para los maestros.

Entonces, ¿qué aportarán de manera especial quienes de alguna manera han visto pasar todo este tiempo sin mayor colaboración y desde sus casas sin ver mermados sus ingresos y en algunos casos sus privilegios?

Por supuesto que hoy deberán responder profesionalmente y ayudar a que la intención de emprender un proceso educativo dual, entre presencial y virtual, o con variantes especiales según se vayan dando las circunstancias, solo será factible con el apoyo de ellos, así como lo ha sido de los padres que, en su caso, han llevado a cuestas el problema de continuar la enseñanza en el hogar.

Quizá lo peor que podemos hacer en este momento es politizar el regreso a clases. Un ejemplo es el manejo que se ha querido dar a las diferencias en puntos de vista sobre el retorno a las aulas en los planteles universitarios, al grado de mezclar cuestiones de índole muy diversa, como la versión de que el gobierno actúa con represalia sobre determinada inversión en la Universidad de Guadalajara porque no se ajusta a los lineamientos y se niega a las clases presenciales.

En lo personal yo no he visto al correr de toda la administración una escisión real entre las estructuras de gobierno y las universitarias, a lo sumo actitudes de tipo político ya que una división de esta naturaleza sería altamente perjudicial para ambos.

Ya en el terreno de la realidad, no cabe duda de que la UdeG está haciendo lo que le corresponde para que el regreso exista y en mucho podrán ayudar otras cuestiones como el arranque próximo del programa de vacunación a los jóvenes.

Tanto universidad como gobierno han hecho causa común para salvar vidas en la pandemia y esto demuestra que se obtiene más con colaboración y entendimiento que con diferendos.

La experiencia de regresar a las aulas se ha iniciado. En las universidades privadas se están tomando las debidas precauciones y poco a poco ya se están restableciendo las clases ordinarias. Naturalmente en los otros niveles, como el básico y el medio, hay un mar de problemas que resolver, pero de hecho ya en gran parte son preexistentes.

Es decir, sobre todo en las escuelas públicas, las carencias y deficiencias para otorgar condiciones salubres y apropiadas a los menores son ancestrales. La mayoría de los planteles difícilmente cuentan con lo indispensable pero ahora la situación empeora ya que no han sido objeto de atención elemental y hasta han sufrido de vandalismos y robos.

Ahora habrá que rehabilitarlas necesariamente y de manera paulatina, incluso mejorarlas ya que no se puede soslayar que tendrán que cumplirse normas y protocolos que no se darán de un momento a otro, pero que debieron haberse empezado desde hace meses.

En todo, lo que no podemos olvidar es a los niños ni a los jóvenes. Lo cierto es que la pandemia está dejando en esta nueva generación una serie de efectos que todavía no podemos calcular y a veces ni siquiera identificar.

Cualquier padre de familia sabe hoy más que nunca de la necesidad de que el regreso a clases presenciales se convierta en realidad pues en no pocos casos ve ya en sus hijos estragos, hábitos inadecuados, problemas de comportamiento y de costumbres del confinamiento, además de las dificultades inherentes a la necesidad de estar al pendiente de su cuidado y formación.

El regreso no es obligatorio, por lo menos no para los padres que tengan algún temor de mandar a sus hijos, en cambio si lo es para el magisterio, y así debe de ser para que los maestros empiecen a entender esta nueva realidad, planeen y echen a andar los primeros pasos.

En suma, la ola está presente, lo sabemos, y quizá ignoramos si ahí todo termine. Mejor, preparemos, hagamos el esfuerzo y no dejemos a la suerte ni a un lado la necesidad primaria de que la educación tenga una oportunidad para que no nos cueste tanto lograr recuperar lo que se ha perdido.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@Miguel_ZarateH

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