Cubrebocas y privacidad

HABLEMOS DE DERECHOS

Salvador Romero

Uno de los primeros debates que se generó en los primeros meses de esta Pandemia fue relacionado con la utilidad o no del uso de cubrebocas como medio para prevenir o reducir la enorme cantidad de contagios que se estaban presentando de Coronavirus en muchos países.

La misma Organización Mundial de la Salud recomendaba en marzo del 2020 el uso limitado de cubrebocas únicamente para personal de los servicios de salud, personas con síntomas como fiebre, tos o estornudos, personas que estuvieran atendiendo a un enfermo de covid19 en casa, personas mayores de 60 años y personas con alguna comorbilidad tales como obesidad, diabetes o hipertensión.

A pesar de dichas recomendaciones hubo países como la República Checa, que le apostaron desde el inicio de la Pandemia al uso masivo de cubrebocas (incentivando a la gente a construir el propio en casa ante la creciente escasez de los quirúrgicos) lo cual se vio reflejado en un menor número de casos y de decesos, sin embargo, como no existían suficientes estudios para determinar que efectivamente había una correlación, muchos países como México prefirieron ignorar dicha posibilidad, exceptuando algunos estados como Jalisco que casi desde el principio adoptaron la obligatoriedad de su uso.

Luego, al paso de unos meses y conforme se fue conociendo mejor al virus, se supo que prácticamente todos los contagios de covid19 se presentan a través de micropartículas que flotan en el aire sin caer al suelo (aerosoles), ya que por su tamaño no son afectadas por la fuerza de la gravedad y que, por consecuencia, el cubrebocas sí es un instrumento indispensable para prevenir la transmisión del Coronavirus, especialmente en lugares cerrados.

En ese contexto, recuerdo que fue muy impactante y hasta escalofriante para un servidor -por la sensación casi apocalíptica que generaba- salir a las calles los primeros meses de esta Pandemia y ver a todas las personas usando cubrebocas, especialmente cuando se reabrieron espacios de esparcimiento como plazas comerciales, en donde incluso niñas y niños muy pequeñitos usaban dicho instrumento para protegerse del Coronavirus.

Hasta ese momento, jamás me hubiera imaginado ver a cientos de personas tratando de hacer una vida «normal» usando dichos instrumentos tradicionalmente reservados para hospitales, sumando a ello el gran reto de acostumbrarse a utilizarlo, sobre todo durante muchas horas con la sensación de asfixia o claustrofobia que muchas veces me han llegado a generar.

Afortunadamente, con el creciente número de personas vacunadas, los contagios y, particularmente los decesos, están disminuyendo de manera constante y, en algunos países donde ya han vacunado al 70% o más de toda su población, cada vez se ha vuelto un instrumento menos utilizado, sin que aún sepamos si esa es ya la mejor decisión.

Sin embargo, no quisiera ser aguafiestas pero creo que el cubrebocas se volverá un instrumento de uso frecuente, y no necesariamente por razones de salud pública, sino de privacidad, ya que el creciente número de cámaras fotográficas y de video que tienen los gobiernos en espacios públicos ya se cuentan por millones y, si a ello sumamos las cámaras de vigilancia privadas que apuntan a espacios públicos y las de los teléfonos celulares, hablamos de miles de millones, lo que nos expone a niveles de exposición altísimos.

Ello, aunado a las tecnologías de reconocimiento facial, hacen que la peor pesadilla de Orwell y su famoso Big Brother, capaz de vigilar a todas las personas en todo momento, pueda ser (o sea) ya una realidad en muchos lugares del Mundo, donde gobiernos y hasta plataformas privadas están monitoreando los movimientos de todos y cada uno de los seres humanos que transitan en “su” espacio territorial.

Es por ello que recientemente los supervisores europeos encargados de la protección de datos personales pidieron que la Unión Europea modifique su legislación para prohibir totalmente que se usen tecnologías de inteligencia artificial -como el reconocimiento facial- para identificar a personas en lugares públicos por considerar que supone “un riesgo extremadamente alto” contra la privacidad.

Como no creo que dicha prohibición vaya a prosperar pronto, ni mucho menos en todos los países y, de hacerlo, difícilmente va a respetarse, es que considero que uno de los pocos instrumentos que nos permitirá recuperar nuestra privacidad cuando transitemos por la vía pública es justamente el cubrebocas, que, en mi opinión, llegó para quedarse.

Comisionado ciudadano del Itei

@chavaromero

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