Paz en México… y clases de canto

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

Cuenta un chiste que a un reportero el mismo diablo le concedió una visita al infierno, para un artículo en la revista. El mismo chamuco le dio el tour por los distintos lugares de tortura eterna. “En este caldero están los alemanes que nos llegan”, dijo el cornudo mientras mostraba un inmenso pozo de aceite hirviendo, en donde cientos de almas sufrían, tratando de escapar.

En las orillas del caldero estaban otros tantos diablillos de poca monta, que se encargaban de picar con su tridente a todos aquellos que se acercaban a la orilla.

“Esto es horrible”, dijo el reportero.

“Espera a que veas el que sigue”. Entonces el diablo lo llevó al pozo en donde sufren los franceses que se han condenado. Es un pozo de lava burbujeante y sulfurosa. Desde luego, en las orillas se encuentra un ejército de diablos con tridentes, esperando para regresar a quien quiera que intente escapar. Lo mismo en el pozo de los chinos –ácido con tiburones- que en el de los ingleses –pirañas gigantes-, la historia se repite. Cada uno es peor que el anterior.

“Esto es espantoso”, dijo el reportero.

“He dejado lo peor para el final”. Entonces se acercan a un pozo gigantesco y oscuro, en donde miles de almas sufren en un pozo de aceite borboteante, con tiburones y pirañas y cuervos que sobrevuelan y les pican los ojos.

“¡Esto es intolerable!, pero… ¿no hay diablillos con tridentes en las orillas?”, inquirió el reportero.

Este es el pozo de los mexicanos. No hacen falta los diablos. Si alguno trata de escapar, los demás lo jalan de nuevo.

Javier Lozano coordinador de campaña de Meade, el día de hoy respondió a un twit de SDP noticias sobre Gael García y su intervención ante la ONU, mismo que rezaba: “en México queremos paz”. El ex senador agregó: “…y clases de canto”.

Ni tardos ni perezosos, los usuarios de twitter hicieron lo propio y lo destrozaron. Y sin embargo tengo que admitir que yo mismo he sido culpable del mal de los condenados del chiste; de la actitud de los cangrejos. Yo también escribí un twit el día de los Óscares criticando las habilidades líricas del actor mexicano. Me pareció gracioso en ese momento, pero la realidad es que caí en la trampa.

Porque en un día en que los mexicanos fueron grandes, yo fui pequeño. Cuando levantaron la mano desde lo alto del escenario yo levanté mi dedo acusador desde mi sofá, como un mediocre profesional. Preferí la risa burda, la burla de baja ralea, el bullying anónimo. Conseguí mis miserables retweets a costa de hablar mal de un mexicano exitoso; no con una crítica inteligente, sino con un comentario resentido y lamentable.

¡Cómo hemos confundido el derecho de crítica, la potestad de réplica, con la queja perpetua y el activismo vomitivo! En estos días tan complejos, tan llenos de peligros reales y de temas urgentes, nuestra infantil posición de quejarnos de todo, mentársela a todos, ser cínicos sobre todo, no hace sino debilitar las luchas verdaderas y minar nuestra credibilidad como mexicanos.

Hemos olvidado la autocrítica, debilitado la crítica y profesionalizado el eructo, refugiándonos de la realidad entre las risas cómplices de nuestros iguales. En este proceso, los corruptos se sienten arropados en el anonimato de las masas (si todo está mal ¿qué tanto más es tantito?) y los que sí están haciendo las cosas bien, solos y desanimados.

En este México no hay forma de ganar. Los que se van entre escupitajos y luego regresan con laureles, son convertidos en íconos de orgullo nacional, olvidando que han llegado allá no gracias a, sino a pesar de las zancadillas, las risas y las voces que les recuerdan constantemente que no se puede.

Y aun así, los que quieren hacer las cosas bien las hacen, a través de todo y contra todo. Las industrias mexicanas con estándares internacionales (la manufacturera, la aeronáutica, los licores, la alimenticia, entre muchas otras); los artistas y atletas que se la juegan en todo el mundo; las familias que salen adelante, los ingenieros, los científicos, los investigadores que dan pasos de gigantes.

Los políticos honestos –que los hay- los policías derechos, los soldados valientes. Todas estas personas se sienten solas; así, solas, porque nuestra cultura les dice que “todo está mal; y si tú estás bien, entonces debes estar haciendo algo mal”. Parafraseando a C.S. Lewis, hacemos burla del honor y luego nos escandalizamos de que existan los canallas.

Hablar bien de México y de los mexicanos ¿de verdad es tan difícil? Es como si nos quemara la lengua, como al novio manipulador que no puede emitir un piropo sin doblarlo con una burla. Las cosas buenas se dicen completas, llanas, sin reservas, o no se dicen.

Para salir del pozo del infierno –que en verdad, no tiene diablillos que nos limiten- no hace falta solo dejarnos de jalar, sino impulsarnos unos a otros. Sabemos perfectamente que si así lo hiciéramos estaríamos fuera en tres patadas.

Pero ese es el problema con la mediocridad. Que prefiere la caliente podredumbre del infierno actual a la luminosa responsabilidad del paraíso posible. ¿Reciclar, trabajar, estudiar, pagar impuestos? ¡Qué va! Mejor seguirnos burlando de Gael, que para eso es famoso ¿o no?

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Francisco es autor de El Reto Millennial y otros libros. Puedes seguirlo y burlarte de él (al fin que no es famoso) en su cuenta de twitter @franciscogpr

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