La violencia no la detiene nadie

Avatar-LaloDIVISADERO/Eduardo González

Sea Acapulco, Cancún, Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México, Veracruz o cualquier otro rincón de país, la violencia irrumpe con cotidianidad en lugares públicos y privados; en restaurantes, antros, centros comerciales o escuelas; tengan o no personal de seguridad; va contra policías, militares, empresarios, periodistas, miembros del crimen organizado, y población en general; en  cualquier lugar y a cualquier hora asistimos a eventos violentos.

Si bien, no podemos poner a todos en la misma canasta, lo cierto es que encontrarnos en una situación violenta durante una jornada de trabajo o esparcimiento individual o familiar, cada vez es más probable.

A cada momento es más frecuente conocer a una persona que haya experimentado una acción violenta, desde un asalto en la banqueta, hasta una extorsión, un secuestro o el robo de un automóvil, la casa habitación o un negocio. Pareciera que la indefensión ciudadana aumenta directamente proporcional a la narrativa gubernamental donde se presume de las políticas y estrategias contra el crimen organizado y la violencia cotidiana.

Los ciudadanos nos encontramos en medio de un fuego cruzado: por un lado, la permanente lucha por el control de las plazas para realizar actividades delictivas por parte de los criminales; y por otro, ante la incompetencia de las autoridades por detener a los delincuentes, sin olvidar el maridaje que existe entre algunos miembros de las fuerzas de “seguridad” y los grupos delictivos.

El hartazgo de la población no se debe solamente a la ineptitud de los “gobernantes”, al aumento en el precio de los combustibles, a la impunidad y corrupción galopante en nuestro país; sino también a los altísimos niveles de violencia e inseguridad que vivimos todos los mexicanos cada día.

Frente a ello, la indignación aumenta al mirar la insensibilidad política y social de las autoridades ante el enorme reto que significa generar un ambiente de paz y cordialidad en nuestro país.

Nos queda la sensación de que el tema de la inseguridad y violencia ya fue archivado.

El desgastado discurso de que la violencia se genera entre los criminales y solamente afecta a ellos, no solo nunca fue verdadero, sino que hoy ya nadie lo cree.

Las balaceras, asaltos, secuestros, extorsiones nos muestran un México instalado en la violencia que nadie parece poder y querer detener.

Si escuchamos las discusiones y preocupaciones de la elite política de nuestro país podemos constatar lo alejado que se encuentran los grupos de poder de la cotidiana violencia y la urgencia económica que padecemos millones de mexicanos.

En la medida que la clase política no escuche y atienda con eficiencia el grito desesperado de la población, la violencia se incrementará pero ahora por parte de los grupos desposeídos para obtener lo que el gobierno sistemáticamente les niega.

Poner oídos sordos al griterío de la sociedad es lanzarle leña al fogón ciudadano que cada día muestra menos capacidad de aguante.

Profesor investigador Tec de Monterrey

@contodoytriques

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