Una tarde en el museo

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

En una fotografía que se hizo famosa a inicios del año pasado, se observa un grupo de estudiantes en un museo.

Detrás de ellos está el famosísimo cuadro de Rembrandt “La Guardia de Noche”, pero ellos no ven el cuadro, sino que aparecen concentrados en una sola cosa: su smartphone.

La fotografía apareció por primera vez en el Facebook de su autor Gijsbert van der Wal y rápidamente se convirtió en un icono viral y fue llamada la “mejor metáfora de nuestra era”.

No es difícil darse cuenta por qué. Los jóvenes parecen dar la espalda a la belleza, la historia, el arte, el conocimiento y la educación para sumergirse en el burbujeante mundo de Instagram, Facebook o Tinder.

A centímetros de una obra maestra, optan por el vago divertimento. En un restaurante de tres estrellas eligen la big mac.

La fotografía nos hace perder la fe en la humanidad… a menos que la veamos con mayor detenimiento.

El mismo autor se sorprendió cuando su imagen se convirtió en señal de desesperanza, porque para él representaba exactamente lo opuesto.

Por una parte, esos jóvenes están en un museo –específicamente el Rijksmuseum de Ámsterdam- conociendo algunas de las obras más impresionantes de los grandes maestros flamencos.

El solo hecho de que estén allí –quieran o no- les permite absorber parte de su historia y su cultura. Nadie sale de un buen museo igual que como entró.

El arte y la belleza encuentran forma –como la vida misma- de colarse por los poros y por todos los sentidos, sin preguntar ni pedir permiso.

Por otra parte, como el mismo autor confirmó, esos adolescentes estaban en el museo en un viaje escolar y en el momento se encontraban realizando un encargo de la maestra.

Estaban investigando en la red más sobre el autor y la pintura. Es decir: estaban llevando a cabo la perfección del museo 2.0 en el universo dilatado del arte en la red; encontrando en el vasto océano de la web una nueva dimensión del conocimiento.

Esa es la exacta razón por la que el internet existe: no para sustituir las experiencias humanas, sino para expandirlas y facilitarlas.

En tercer lugar, el mismo autor compartió otras fotografías de la misma sesión; los mismos jóvenes invertidos de frente a una pintura verdadera.

No metafórica sino literalmente postrados ante el poder tumbativo del arte clásico que aspiró a la trascendencia y que en este mismo acto actualiza tal aspiración.

A través de los siglos Rembrandt se comunica con un grupo de jóvenes, y les habla al oído para decirles: el mundo es bello y puede serlo más.

Esta imagen es una de tantas que mantienen mi convicción de que el mundo pasará a través de todos las tempestades políticas y económicas para resurgir como antes lo ha hecho.

Si el mundo se acaba mañana, aun así hay que sembrar un árbol.

Pues bien: estamos frente a una tormenta cuyas proporciones no conocemos aun. Hay fantasmas que nos atribulan, Goliats que tendremos que vencer: Peña, Duarte, Trump, Pemex, Peso, Dólar, Ísis. Añada aquí usted sus propios nombres.

Pero a Goliat no se le venció con sus propias armas; con escudos y espadas y fuerza bruta. A Goliat se le venció teniendo optimismo, cambiando la estrategia, atacando sus debilidades… y cantando en el camino.

Si eres papá o mamá; maestro o director de escuela; si eres joven o viejo, hombre o mujer. No importa.

Esta semana sal de tu casa, de tu oficina, del metro; baja del auto y apaga la tele. Ahora sal y ve a un museo. Ve a un concierto, a una obra o a un edificio.

Lleva a tus hijos o a tus alumnos contigo. Ponte frente a una obra que te quite la respiración y siéntate allí. Deja que el mundo camine sin ti por todo el tiempo que sea necesario.

Y date cuenta de esto: la humanidad es más grande; el mundo es más grande; cada ser humano es más grande que todos los problemas que te venden los periódicos.

Díselo a tus hijos: la historia humana no se acaba esta semana. Mira esa pintura: las cosas buenas permanecen en el tiempo y trascienden.

El lodo que hoy nos empaña se lavará con la lluvia de mañana y con nuestro trabajo.

Si crees que para los niños los museos son aburridos, te equivocas gravemente. Son aburridos para los adultos que creen que tienen que pensar o decir algo inteligente.

Los niños, en cambio, disfrutan el arte de forma intuitiva y natural. Elijen sus favoritas sin mayor tasa que el propio gusto, y crecen amando perderse entre pasillos y bambalinas.

Las grandes obras tienen la peculiar naturaleza de ser más que lienzos, espejos. Hay que mirarse allí y darnos cuenta de que, también, podemos aspirar a ser mucho, mucho más. A trascender.

Nadie sale de un buen museo igual que como entró.

El autor es abogado y master en política internacional. Admirador de los grandes pintores y pintor decepcionante.

@franciscogpr

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