Falacias y complejos homofóbicos

cesar-ruvalcaba-avatarRESTAURACIÓN/César Ruvalcaba

Estimado lector: ¿Usted sería capaz de creer que aprobando una ley que permita el matrimonio igualitario obligaría también a que su hijo menor de edad -o el mío- tuviera relaciones sexuales con un adulto? ¿Que los vestirían del sexo opuesto en la primaria o que los hombres entrarían sin distingo al baño de mujeres?

No, no me preocupa que el Frente Nacional por la Familia lo diga y haga panfletos para repartir afuera de las iglesias con tales despropósitos, me preocupa que algún ciudadano con más de dos dedos de frente lo crea.

El próximo 10 de septiembre se convoca en el país a una marcha para “que no se metan con mis hijos”; a una marcha que representa otro capítulo más en la historia universal entre el oscurantismo y la ilustración, entre el liberal y el opresor, entre los complejos y el derecho a la autodeterminación.

No me asombran las campañas homofóbicas de odio y división, al fin, siempre han existido y en todo el mundo; lo que me asombra es la incapacidad del ser humano para aprender de la historia y sus consecuencias cuando el odio es promoción.

El problema no es que la mayoría de los mexicanos no comprenda aún la importancia del derecho a ser diferentes; el problema es que luego se asombran del xenófobo de Trump.

El dilema no es la crítica permanente de todo aquello que no nos gusta, en lo que no concordamos; el dilema es que pensemos que prohibir lo inaceptado es solución.

El esfuerzo sistemático por desacreditar lo que no entendemos no es lo increíble; lo increíble es la incapacidad de entender lo que desacreditamos.

Lo triste es que por un lado se pida libertad, derechos, respeto y expresión sin censura, y por el otro seamos capaces de restringir, ningunear y reprimir a los demás.

Lo inaceptable no es, incluso, si se es machista, feminista, vanguardista o retrograda; lo inaceptable es que queramos imponer nuestra miopía en el ojo ajeno. Lo inaceptable es el deseo de muchos por desaparecer, lo que consideran polvo, bajo la alfombra.

A nuestra sociedad le ha hecho mucho daño evitar lo inevitable, postergar el debate, negar lo evidente. Ya nos ha costado mucho reprimir lo que se expresa y actuar como el avestruz, que esconde la cabeza en la tierra para no ser consciente del embate.

¿Por qué seremos incapaces de conceder razones? ¿Por qué seguimos creyendo en verdades absolutas y hacemos escarnio del disenso? ¿Por qué nos cuesta tanto entender que el respeto también nos hace libres?

Hoy más que nunca creo en el derecho a disentir; hoy, más que siempre, debemos tener por bandera la inclusión, la tolerancia y el respeto.

A ustedes, a los que promueven sus marchas de ostracismo les digo: No señores, no se metan con mis hijos, porque a ellos quiero legar el mundo que ustedes niegan fomentando el odio y la división. A ellos quiero legar un mundo que sea capaz de funcionar entre contradicciones y diferencias, mientras tengamos como argumento la paz, el respeto y la solidaridad con todos.

No me obligarán, como ustedes dicen, a vestirme de mujer con una ley; pero mucho menos me obligarán ustedes a permanecer inerte ante los argumentos vacíos de la sinrazón, el odio y los prejuicios.

Secretario de Organización PRI Guadalajara

@Cesar_Ruvalcaba

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