Un sueño llamado “Sputnik”

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate

 

Para los jaliscienses como para todos los mexicanos, la vacuna constituye a la fecha la única esperanza congruente de retomar, en lo que cabe, una nueva realidad para que la vida continúe en condiciones que hagan factible todas nuestras actividades habituales.

Estamos convencidos, o al menos deberíamos estarlo, de que la normalidad de que disfrutábamos no será igual. La experiencia de esta pandemia nos dejará una huella que implica temores, riesgos y una necesidad de prevención por el resto de nuestra existencia.

Poco caso ya tiene culpar a otros y, como dijera la especialista de la UNAM, Laurie Ann Ximénez Fyvie, única científica que ha sido capaz de señalar por su nombre los problemas causados por un desastroso manejo en el país, el daño está hecho.

Ahora hay que concentrarnos en las soluciones. Por ello, rechazar la aplicación de las vacunas sólo debería atender a factores médicos que hagan más significativo el riesgo de una reacción peligrosa, pero esto solamente corresponderá determinarlo clínicamente. En otras palabras, la vacunación universal es un deber de todos, empezando por uno mismo.

Sin embargo, el tránsito hacia una inmunización generalizada dista de ser fácil. Ciertamente México no es de los últimos en haber entrado a buscar en el mercado que se avizoraba complicado ante la demanda esperada, pero tampoco fue de los primeros.

Nos ubica, digamos, en un justo medio que bien podía haber sido mejor si, por ejemplo, se hubieran hecho a un lado cuestiones de orden político y, también, la voluntad concentradora de poder que las autoridades de salud buscaron desde un principio.

Es una “estrategia nacional” proclamaron para impedir, al menos en una etapa crucial, que en la adquisición de vacunas de distintos países participaran gobiernos locales o incluso particulares.

Todo esto se permitió, pero de manera tardía. Jalisco, en particular, se lanzó a esa búsqueda junto con otras entidades que han mostrado manejo más independiente del gobierno central, hoy más centralizador que nunca, aunque el resultado ahora es que esto no será factible por el momento. La producción de vacunas se ha disparado pero la demanda ahora es casi inimaginable.

Cada nación ha procurado resolver de forma un tanto individual sus propios problemas. Por ejemplo, en Estados Unidos la aplicación de vacunas ha alcanzado números que México tardará quizá años en lograr. Comprensible hasta cierto punto ya que en el vecino país el número de contagios y de muertos es el mayor del mundo, quizá en gran medida al desdén de su anterior gobierno, pero con Biden hay más recursos para lograrlo.

Sin embargo, estamos hablando que México es ya tercer lugar entre todos los países en cuanto a sus cifras fatales, lo que hace indispensable que se procure la manera que no quede un ciudadano sin vacunar. El problema es que cada vez vemos más difícil que se cumpla ese objetivo en el corto o mediano plazo.

De ahí que rechazar la vacuna o desdeñarla, sin causa justificada, sea tan grave como seguir negando el impacto de un mal que se ha multiplicado tanto que cada vez más nos genera referencias de su efecto tremendo entre gente más y más cercana.

Alguna diferencia debe haber entre las distintas vacunas, pero no estamos para finezas de criterio. Hay que entender que esto es la guerra.

Un ejemplo lo es la llegada muy posible de las vacunas de origen ruso que llevan el bastante simbólico nombre de “Sputnik”. Tal vez las nuevas generaciones no lo tengan tan presente pero el “Sputnik” no solamente fue el primer satélite artificial creado por el ser humano, sino que se convirtió en los fines de los cincuenta en la Unión Soviética de antaño, en un símbolo de victoria, de triunfo científico sobre occidente.

Y los hechos están demostrando que, aunque ahora, afortunadamente, con muchos competidores igualmente importantes, será una nueva esperanza, la realización de un sueño esperado.

Estamos frente a una etapa de vacunación llena de incertidumbres, que si llega, que si será suficiente, que si se organiza bien, que si tardará mucho en llegar a todos o si sus operadores, llamados muy generosamente servidores de la nación, en realidad hacen más bien función política, etcétera.

Con todo, mejor será ser tolerantes, apoyar y procurar en su momento vacunarse, aunque, como sucede en estos días con la tercera edad, los registros incurran otra vez en “caídas del sistema”, lo que ya parece estigma del gobierno, muy tipo Bartlett.

Regidor del PAN en el Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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