CAVILANDO ANDO/Alfonso García Sevilla
El término resiliencia se refiere a la capacidad que se tiene para sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. También indica volver a la normalidad.
El Ranking Covid de Resiliencia de Bloomberg califica a las 53 economías más grandes del planeta con base en su éxito en la contención del virus con el mínimo posible de trastornos sociales y económicos.
El reciente análisis ubica a nuestro país en el último lugar de las 53 principales economías del mundo, al tener el mayor índice de mortalidad de los 53 países evaluados (7.5%) y el mayor índice de positividad en las pruebas (41.1%).
«La gente finalmente está recibiendo vacunas, pero la mayor campaña de vacunación global que se recuerde aún no ha llegado a un punto en el que esté provocando cambios significativos” señala el estudio.
Así pues, no es difícil inferir el por qué llegamos a este escalofriante último lugar, los políticos han dado palos de ciego en sus estrategias para informar, concientizar y apoyar a la ciudadanía para prevenir contagios; por el contrario, han privilegiado la comunicación propagandística y retardar decisiones vitales en beneficio de la economía del buen fin y de las navidades, esto ha propiciado la saturación de los servicios de salud pública y privada y elevado exponencialmente el número de contagios y muertes.
Pasamos de la agresión a personal del servicio de salud al gandallísmo en la venta de los insumos del oxígeno, que un amplio sector de la sociedad enferma de coronavirus requiere para sobrevivir a la enfermedad.
Tanques que se venden hasta en 50 mil pesos y concentradores hasta en 27 mil, gente sin escrúpulos que rellena con helio y delincuentes que a mano armada roban los preciados tanques, ante la omisión de las autoridades.
A la par de la sociedad indolente y necia, que refleja una nota de un diario local: el pasado fin de semana, las autoridades tapatías disolvieron ¡472 fiestas en plena pandemia! Vemos la tempestad y seguimos aferrados a ella.
La vacuna no trae consigo el fin de la epidemia, el camino es muy largo aún y el hecho de que se vacune a funcionarios públicos y a los mal llamados “servidores de la nación”, quienes serán los movilizadores electorales de ya sabes quién en la próxima elección, nos dan indicios de que la estrategia para hacerla llegar a la población, será muy similar a la que desde un principio se implementó para hacerle frente a la pandemia, lo que hace ver aún muy lejos la luz en este interminable túnel de malas decisiones gubernamentales y de valemadrismo social.