Videollamadas y privacidad

HABLEMOS DE DERECHOS/Salvador Romero

¿Alguna vez has recibido alguna videollamada en un momento incómodo o indeseable? ¿Cuántas llamadas de voz (“normales”) de las que actualmente tomas, no contestarías si fueran videollamadas?

Desde hace muchos años existen las videoconferencias por Internet y, apenas hace algunos años que plataformas como WhatsApp, comenzaron a hacer bastante accesibles también el uso de videollamadas, con lo cual, fue muy notorio para todos los que empezamos a utilizarlas, la mayor invasión a la intimidad que ese tipo de llamadas representan.

Mientras que una tradicional llamada telefónica puede realizarse en muchas circunstancias en las cuales no influye mucho el contexto en el que te encuentres ni tampoco tu imagen personal, en una videollamada ello no es posible, ya que los interlocutores tienen la oportunidad de acceder a mucha mayor información personal de las partes que intervienen en dichas videollamadas.

Desde el lugar en el que se encuentran (el automóvil, la calle, el restaurante, el cuarto de lavado, la cocina, el baño, el hotel, la cama, la playa, etc.), el aspecto que tienen (en pijama, despeinado, enfermo, en ropa interior, adormilado, sin pintarse -algo particularmente sensible para muchas mujeres-, etc.), y hasta en algunas ocasiones su compañía (amigos, padres, hijos, pareja, mascota, etc.), las videollamadas hacen que este tipo de interacción sea sumamente invasiva de la privacidad de quienes participan en ella, sin que en la gran mayoría de las ocasiones realmente exista una razón que justifique dicha invasión.

En ese contexto, producto de las restricciones de movilidad ocasionadas por la Pandemia del COVID-19, una buena parte de la población mundial ha tenido la necesidad de utilizar por primera vez o, al menos, con mucha mayor frecuencia, el uso de videoconferencias y videollamadas con motivos de trabajo o de esparcimiento, lo que seguramente las ha obligado a buscar espacios y condiciones propicias para poder hacerlas sin sufrir una invasión no deseada a su intimidad y los riesgos que ello representa.

Pone en evidencia lo delicado de este tipo de comunicaciones, los muchos casos que se han conocido -en esta época de cuarentena- de personajes famosos (y otros no tanto), que han cometido alguna pifia o desliz no deseado durante la videoconferencia, y que luego se vuelve viral, como cuando por error se les ve haciendo del baño; vestidos con saco, corbata y ropa interior; acompañados de personas distintas que su pareja; o hasta regañando a su mamá como el Kikín Fonseca.

Aunado a lo anterior, otro importante aspecto que implica una situación incómoda para la intimidad de quienes participamos en este tipo de videollamadas o videoconferencias, es la “sensación” (fundada) que tenemos, de que cualquier usuario de Internet podría tener acceso a todo lo que estamos diciendo, por lo que las comunicaciones suelen volverse mucho “menos humanas”, mucho menos abiertas y sinceras entre los participantes, lo cual no abona para una buena comunicación.

En ese sentido, y siendo plenamente conscientes de que la tecnología hará que cada día sean más accesibles este tipo de video comunicaciones, vale la pena preguntarnos: ¿se justifica renunciar a tanta privacidad a cambio de una videollamada?

Yo creo que no, y la respuesta la estamos dando los propios usuarios de estas plataformas, pues a pesar que desde hace al menos dos o tres años tenemos en nuestras manos la tecnología para realizarlas en cada ocasión, muy difícilmente lo hacemos, y seguimos prefiriendo la llamada de voz “tradicional” para la apabullante mayoría de los casos, excepto, por supuesto, cuando estamos dispuestos a renunciar a nuestra privacidad a cambio de invadir la de alguien más.

Comisionado del ITEI Jalisco

@chavaromero

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