Procesión de ataúdes con vivos dentro en España

El 29 de julio la Iglesia celebra a Santa Marta y, en Ribarteme (Pontevedra), se la recuerda con una impresionante procesión de ataúdes, de las pocas que quedan en Galicia con esta tradición.

Son ritos ancestrales de la Galicia rural.

Los Evangelios relatan que Marta de Betania con su fé, salvó de la muerte a su hermano Lázaro (ya saben el de «Levántate y anda»).

La leyenda dice que realizó varios milagros, entre ellos, resurrecciones, venciendo además a un dragón, –la Tarasca—con el que aparece en representaciones iconográficas.

 

 

Marta de Betania murió el 29-VII-70 y ese día se celebra su fiesta en todos los santuarios erigidos en su honor, como éste de Ribarteme, municipio de As Neves.

Es la patrona de los resucitados y la sacan en procesión cantando antiguas salmodias: “Virxe Santa Marta/ estrela do norte/ que lle dás a vida/ ó que está na morte”.

El ritual no ha cambiado en siglos: visita a la Santa, ofrenda del óbolo, cirio, exvoto o ataúd, asistencia a la misa y procesión.

Hay ofrecidos que además cumplen la promesa de dar una vuelta de rodillas alrededor de la iglesia, generalmente cubiertos con la mortaja, especie de cubrevestido de gasa blanca.

En la procesión, algunos ofrecidos van dentro de sus ataúdes portados por sus familiares detrás de la Santa.

Algunos hacen regalos o prenden donativos en el manto de Santa Marta.

Mientras dura la procesión, no dejan de doblar las campanas tocando a muerto. Era costumbre que los ataúdes se subastasen o se depositaran en la Iglesia para aquellos que morían pobres.

El culto a la muerte siempre ha estado muy presente en el noroeste español.

No hay que olvidar que en Galicia surgió el estremecedor rito de la «Santa Compaña», la creencia más temida en el ámbito campesino, o sea, la procesión de difuntos que es como decir la de almas en pena.

Los ataúdes, blancos, negros, marrones, marchan delante de la procesión tras los músicos y gaiteros sujetados por familiares y amigos de aquellos que, por intercesión de la Santa, se vieron libres de la garra de la muerte.

En unos casos el «ofrecido» es llevado dentro y en otros, como en el caso de niños pequeños, el blanco féretro es portado en la cabeza por la madre, mientras el pequeño marcha al lado sin saber a veces que es el principal protagonista. Detrás de cada «ofrecido» hay una historia diferente: un accidente de carretera, un naufragio o alguien desahuciado por los médicos. En todos los casos escaparon de la muerte y ahora cumplen la promesa. Al atardecer el luto se convierte en regocijo y los dolores y temores son olvidados. Es el momento del pulpo, la empanada y el ribeiro y como fondo tómbolas,ruido de la feria y la orquesta.  Es, la otra cara de la romería.

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