El mito del voto duro

CESAR-NUEVA

RESTAURACIÓN/César Ruvalcaba

En los últimos días han crecido las especulaciones y se ha acentuado la opinología de todos aquellos “expertos” y enterados de la política nacional y local en México.

Con la apertura del periodo electoral, el registro de aspirantes independientes a la presidencia de México y la reconfiguración de alianzas partidistas y de grupos de poder de cara al 2018, pareciera que la mesa esta lista para que corran las apuestas, las encuestas y los rumores sobre la suerte que correrá nuestra muy lastimada política nacional.

Uno de los mitos que se repiten como mantra tiene que ver con el papel del llamado VOTO DURO para los resultados electorales. Se suele denominar voto duro a la cantidad mínima de votos que regular, sostenida e históricamente obtiene determinado partido político como resultado de una militancia estable y leal. A partir de esta idea se establecen algunos supuestos electorales:

 

  1. Que el partido en el Gobierno tiene mayores posibilidades de mantener y movilizar su voto duro.
  2. Que una elección de muchos candidatos favorece al partido que tiene un voto duro más amplio porque atomiza y fracciona el voto de la oposición.
  3. Que aquellos partidos que tienen mayor afiliación suelen cohesionar y garantizar mayor participación de su voto duro.

Bajo esta lógica, al PRI le favorece la multiplicación de las candidaturas independientes, sobre todo de aquellas candidaturas exitosas. Luego del anuncio de Margarita Zavala de separarse del PAN y buscar la candidatura independiente, algunos piensan que esta situación debilitará de manera directa al recientemente conformado frente nacional (PAN-PRD-MC) y a López Obrador de manera indirecta.

Pero ¿en verdad el voto duro sigue siendo consistente y definitorio en la democracia moderna? ¿sigue existiendo la lealtad partidista en la misma proporción que en años anteriores?

A pesar del uso faccioso de las instituciones, ¿tiene el gobierno en turno la capacidad de traducir sus apoyos clientelares y los programas sociales en respaldo electoral? Y en el caso del escenario nacional, ¿qué candidato/partido ha manifestado mayor consistencia en su votación recientemente?

Existe evidencia de que, en la mayoría de las democracias occidentales, el denominado voto duro ha ido disminuyendo progresivamente, la lealtad partidista se ha erosionado, el voto corporativo se ha debilitado y las personas –a pesar de que acepten los apoyos y programas de los candidatos- cada vez votan con mayor libertad (Mair, 2015).

De la misma manera, el candidato ha asumido mayor protagonismo en la democracia contemporánea. Es decir, la lealtad partidista queda relegada ante el fenómeno de personalización del poder (Manin, 1998) y en consecuencia cada vez impacta menos la identidad con un determinado partido.

Si observamos los resultados electorales de 2006 y 2012 para la presidencia de México podemos ver que el PRI pasó de 9.3 millones de votos en 2006 a 19.2 en 2012.

El PAN se desplomó de 15 a 12.7 millones; y el PRD (con López Obrador en las dos ocasiones) se ha mantenido con un ligero incremento de 14.7 a 15.8 millones de votos en las elecciones anteriores.

Si analizamos detenidamente el reconocimiento y respaldo de los posibles candidatos presidenciales para 2018, indudablemente Andrés Manuel supera a sus opositores -quienes ni siquiera están definidos- en cuanto a exposición mediática y trayectoria electoral.

Y aunque también es cierto que carga con muchos negativos, estos pueden ser compensados por el voto anti-gobierno (PRI) que será muy significativo.

En función de lo anterior conviene preguntarnos a quién beneficiará al final la multiplicación de las candidaturas y en qué sentido operará el denominado voto duro.

Falta mucho camino, pueden modificarse las alianzas y los contrapesos. Es necesario esperar al nombramiento de candidatos oficiales.

Pero al menos en esto de la apuesta al voto duro, puede ser que los estrategas del gobierno estén vendiéndole humo a sus jefes y que en esta ocasión la polarización de los votos no sea en detrimento de la oposición solamente.

Por el contrario, en su esfuerzo por dividir, pueden estar reforzando la estabilidad del voto a su principal opositor.

Profesor investigador en la U de G

@Cesar_Ruvalcaba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.