No, el mundo no se acaba

garciapimentelA LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

Hay que ser valiente para abrir un periódico –o ver un noticiero, o entrar a Facebook- en estos primeros días del 2017. Hay que leer las noticias con tequila en una mano y un Xanax en la otra, porque de la depresión mediática no se salva uno. Puras malas noticias.

El gasolinazo acapara titulares, por supuesto. Mientras unos políticos se llenan los bolsillos con el aumento, otros le capitalizan para su propia imagen apostándose como defensores y encabezando marchas que –ellos mismos lo saben- no ayudarán a nadie más que a ellos mismos.

Se chupan los dedos pensando en sus diputaciones, gubernaturas y presidencias. Hoy hablar mal del PRI y de Peña Nieto cuesta poco y paga mucho.

A México se le acabó el dinero de tanto robar y regalar y tiene que sacarlo de algún otro lado. Elevar impuestos es la respuesta lógica de Hacienda; pero más impuestos sin mayor producción o riqueza se convierten pronto en látigos de un gobierno obeso y desencajado; que se aumenta sueldos y regala bonos mientras la casa se incendia.

En efecto, la pobreza no se resuelve con ayuda social. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará.

¡Puras malas noticias! En la turbulencia, sindicatos y partidos alientan a sus huestes. ¡Revolución! gritan mientras cargan en la espalda la pantalla que se acaban de robar de su Chedraui más cercano.

Ese camino, desde luego, no es el mejor para nadie más que para aquellos que sueñan con emular los éxitos económicos de Venezuela y Cuba.

Entre tanto, Ford Motors cancela su proyecto de inversión en San Luis Potosí, gracias a la presión de Donald Trump. Aún no entra a la Casa Blanca y ya está cumpliendo sus promesas de campaña, para beneplácito de algunos y horror de otros. Puras malas noticias.

La ONU se desmorona mientras países africanos abandonan sus organismos. La Unión Europea también se resquebraja bajo el peso de la corrupción de unos y la largueza de otros. Los nacionalismos se imponen mientras Rusia y China se perfilan como las superpotencias de fin de la década.

¡Vaya año fue 2016, y ahora el que comienza! No hay duda que la crisis que Peña Nieto sigue desde sus vacaciones pondrá a reto el ingenio, el compromiso y el futuro de nuestro país. Pero hay una trampa.

La trampa es para nosotros, que al ver que un árbol se incendia, creemos que se incendia el bosque. Hay que dar un paso atrás –en el espacio y en el tiempo- para ofrecer perspectiva a lo que hoy vivimos.

Andrés Oppenheimer en su artículo del Herald –dic 23- menciona algunos datos prometedores, publicados en ourworldindata.org:

  • POBREZA: el porcentaje de personas que viven en la pobreza en todo el mundo ha disminuido del 94 por ciento en 1820 al 10 por ciento hoy. Las hambrunas, que eran una ocurrencia común hasta no hace mucho, son cada vez más raras hoy en día.
  • MORTALIDAD INFANTIL: mientras que el 43 por ciento de los niños morían antes de los cinco años en 1820, el porcentaje ha caído al 4 por ciento hoy.
  • EXPECTATIVA DE VIDA: La esperanza de vida se ha más que duplicado desde 1900, y ahora está cerca de 70 años a nivel mundial.
  • ALFABETISMO: Mientras que sólo el 12 por ciento de la gente podía leer en 1820, hoy el 85 por ciento de la gente está alfabetizada.
  • LIBERTAD: mientras sólo el 1 por ciento de la humanidad vivía en democracia en 1820, el porcentaje ha crecido hasta el 56 por ciento hoy.
  • MUERTES POR GUERRA: hace 70 años el promedio era de 200 muertes por cada 100 mil habitantes. El promedio actual es de 0.2 por cada 100 mil. Los últimos 50 años han sido los más pacíficos en la historia de la humanidad.

La estadística no miente. El mundo sigue avanzando y mejorando en muchos de los principales aspectos de la vida humana.

El mundo no se acaba; no estamos en el apocalipsis ni en la peor crisis de nuestra historia. La desesperanza es el primer paso hacia el suicidio. No nos dejemos embargar por la niebla.

Esto no significa que ignoremos, que cerremos los ojos ni que dejemos de exigir lo que nos corresponde. Pero sí que tomemos un respiro y que abandonemos la retórica tremendista que nos quieren imponer. Ni estamos peor que nunca, ni nos hemos ido a la fregada, ni México es un estado fallido.

México es el mejor país que existe en el planeta y como todos, tiene muchos problemas urgentes. Trabajemos en solucionarlos.

El primero y principal entre ellos es éste: la corrupción. Si las manifestaciones no sirven para reducir el precio de la gasolina o el gas, quizás sirvan para decir a los políticos que estamos hartos de su complacencia y complicidad en los crímenes de abuso y latrocinio.

Nuestras voces quizás sean las redes, los medios y las pancartas; pero nuestra principal arma es el voto. No nos olvidemos de utilizarla.

Por otra parte, tenemos que exigir exigiéndonos. Hoy la ira y la creatividad del mexicano que se disparan en memes y manifestaciones deben también dirigirse a la creación de riqueza humana y material para unos y otros.

A la guerra se entra con violencia y palos, pero se escapa con disciplina y trabajo. Con esto y con valores comunes se forja el carácter de una nación con miras al futuro.

Y este carácter es lo que nos urge; no para salir de la crisis del momento, sino para enfrentar los retos más grandes que se ven ya en el horizonte.

México tendrá que aprender a trabajar duro, a evolucionar y ser resiliente si quiere emerger de esta crisis mundial como lo que es: un país grande y una nación rica.

Estamos en tiempos difíciles; y vienen otros aún más. Podemos superarlos sólo si tomamos conciencia de que la guerra no es con Europa, ni el Islam, ni China ni Trump. La lucha de hoy es con nosotros mismos. Hay que exigirnos más a nivel personal para poder exigir a nivel social. México es la suma de los que suman; y hoy nos toca sumar.

El autor es abogado y master en política internacional. Tiene tanta fe en México que está seguro de que su Cruz Azul volverá a ser campeón.

@franciscogpr

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