Cuarto informe, el sexenio que no es

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DIVISADERO/Eduardo González Velázquez

Cronológicamente el 1 de septiembre no se cumplen los primeros cuatro años del “gobierno” de Enrique Peña Nieto, pero en el calendario político mexicano el Informe presidencial marca el fin y el inicio de un nuevo año.

En este caso, los dos primeros tercios de la aventura peñista nos han dejado en claro que el sexenio no es tal. Lo que inició formalmente el 1 de diciembre de 2012, continúa muriendo antes de nacer, se desmorona antes de crecer, los cimientos se colapsan antes de construir sobre ellos.

No podía ser de otra manera, desde el origen este “gobierno” se encuentra marcado por el fraude, la corrupción y la impunidad. El cuatro Informe solo cosechó la miseria sombrada en los años anteriores.

Más allá de las estadísticas negativas que inundan la numeralia nacional casi en todos los rubros, a pesar del esfuerzo cosmetológico para maquillarlas, la práctica política de Enrique Peña Nieto y de su grupo cercano, aunque no amigo, muestran un “presidente” muy débil y sin la capacidad y poder de llevar las riendas de su proyecto, sin importar que éste sea bueno o malo.

Una característica de los presidentes en el sistema político mexicano era llegar al cuarto Informe con el mayor poder político que le permitiera consolidar su gobierno, y sobre todo sujetar las riendas de la sucesión presidencial. Hoy por hoy, esa realidad de los sexenios pasados le queda muy lejos a Peña Nieto.

Como no se veía hace muchos años, el inquilino de Los Pinos llega vapuleado por la sociedad como consecuencia de los pésimos resultados de su gestión: famélico crecimiento económico; incumplimiento de promesas recientemente realizadas como el aumento a la gasolina y la energía eléctrica que se aseguró no sucedería.

La desbocada violencia producto de la lucha encarnizada entre la multiplicidad de cárteles de la droga por el control de las plazas, y la incapacidad por parte de las autoridades para combatirlos y garantizar la seguridad a la población.

La cínica corrupción en la familia presidencial y sus círculos más cercanos, así como la profunda impunidad que permite esas prácticas sin que exista un castigo por ello; la constante persecución de las voces críticas del sistema que han generado un estrangulamiento significativo en la libertad de expresión.

El papel desteñido de nuestro país en el concierto internacional de la naciones que nos ha llevado a ser relegados de las principales discusiones, no digamos en el planeta, sino en nuestra histórica y natural zona de influencia como es América Latina.

Como si esto no fuese suficiente, el pobre oficio político para gobernar desplegado por el ex gobernador mexiquense y las pésimas decisiones tomadas han debilitado significativamente la aventura peñista en Los Pinos. Tomemos solo la visita de Donald Trump como un patético ejemplo.

Así las cosas, llegamos al cuarto año de “gobierno” de Peña Nieto y miramos la no consolidación de él. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar, a poco más de dos años de que concluya la aventura peñista, que no se consolidará. Al tiempo.

Profesor-Investigador

Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales

Tecnológico de Monterrey

@contodoytriques

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