Lupita Muñoz la gran señora

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LA MÉNDIGA OLIGARQUÍA/Esteban Garaiz

Lupita vende dulces y cigarrillos sueltos en el costado del Teatro Degollado a altas horas de la noche. Debe pesar no más de 40 kilos y seguramente cuenta con el doble de años, que han refinado la dulzura de su carácter.

Su mirada es serena, amable, segura. Su hablar es pausado, lleno de lucidez, facilidad para expresarse, claridad en sus pensamientos y en sus dichos. Sin miedo, contenta por la vida.

La vida es bella; llena de miserias y también de… Nos cuenta que cuando regresa con su cajita en el diablito, hasta la colonia La Perla desde el Teatro, un buen puñado de cuadras, los jóvenes del comercio nocturno en las esquinas la saludan con cariño y con respeto. Le desean que Dios la bendiga. Por eso no tiene ningún miedo en la noche.

Hasta los malandros (nos dice) la tratan con cariño y le dicen jefa o sea mamá, y le piden que se cuide. Nos dice que, en efecto, las noches que llueve, no va al teatro.

Los jóvenes varones del rumbo ya la conocen, Le compran los cigarros de a uno. Ella les presta el encendedor. Le pagan un poco más del precio. No es una simple operación de compra-venta. Hay cariño. Hay fraternidad de seres humanos. Quizá se debe decir que hay maternidad y, del otro lado, afecto filial, ternura y respeto.

Nos dice que quiere conocer a Enrique Alfaro. Maru, entre dientes, se dijo que a lo mejor. No sabemos si Lupita acude a ceremonias litúrgicas; pero su lenguaje denota una profunda, armónica religiosidad vinculada con su “padre Dios”. Y de la abundancia del corazón hablan las palabras.

Los invisibles sí la ven. Ella no está marginada. La saludan por su nombre y la quieren. No asiste a las actuaciones del teatro. En parte de la armonía de la humanidad en medio de la estridencia de la estúpida competitividad que nos ha sido impuesta.

Lupita es un ángel en la tierra, aunque su menudo cuerpo no tenga alas. Nos dice que le han operado de cataratas; con un papelito que decía: “de caridad”. Parece que México, que Jalisco, que Guadalajara puede todavía recuperar el valor tradicional, y republicano, de la fraternidad.

Analista político

@EGaraiz

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