Waldemar Julsrud: el alemán que desenterró figurillas de mexicas montando dinosauriosURIOS

Waldemar Julsrud tenía la convicción de que los mexicas habían convivido con diversas especies dinosaurios. Sus figurillas de arcilla resultaron ser falsas.

La noticia causó conmoción en todo el país. Un alemán, que pasaba con el nombre de Waldemar Julsrud, había encontrado ‘evidencia fehaciente’ de que los mexicas habían convivido con dinosaurios.

No sólo eso: habían tenido tal cercanía con estos animales prehistóricos, que lograron montar tricératops. La prueba estaba en algunas figurillas hechas de arcilla, que el hombre consiguió en cerro El Toro, en Acámbaro, Guanajuato.

Ésta es su historia.

En medio de un paseo a caballo
Las figurillas de arcilla que ‘reveló’ Waldemar Julsrud mostraban diferentes escenas en los que pobladores antiguos del actual México convivían cercanamente con diversas especies de dinosaurios. Algunos de ellos los enfrentaban cuerpo a cuerpo; otros más, los cazaban. Sólo unas pocas piezas mostraban a mexicas montando tricératops gigantes.

Era 1944. Entre la confusión internacional que estaba causando la Segunda Guerra Mundial, era perfectamente creíble que los mexicas —o cualquier civilización que hubiera pisado México en algún momento de la historia— hubiera tenido un contacto cercano y directo con animales prehistóricos.

Lo que es más: el hombre aseguraba que, en medio de un paseo plácido a caballo, había encontrado cerca de Acámbaro, en el estado centro de Guanajuato, varias piezas que sustentaban su teoría. Como aficionado de la arqueología, le pareció que un hallazgo de esta talla podría ganarle un espacio en los anales de la historia de México.

Y lo logró —por las razones equivocadas.

12 centavos de dólar

Waldemar Julsrud sabía que necesitaba más pruebas. Por ello, le propuso a Odilón Tinajero, su asistente, 12 centavos de dólar por cada nueva figurilla de este estilo que encontrara. Ya fuera en las cercanías del cerro El Toro, o en algún lugar de Acámbaro, era imperativo conseguir muestras más nutridas que le dieran validez a su hipótesis.

Finalmente, si conseguía un entramado teórico sólido, rompería con la línea de pensamiento científico que se tenía hasta el momento: los seres humanos no convivieron con los dinosaurios. Pasó poco tiempo antes de que el equipo se armara de un arsenal de figurillas que comprobaban las ideas del alemán aficionado.

En total, entre ambos consiguieron una colección de 37 mil objetos que podrían pertenecer a una misma cultura, en un espacio de tiempo similar. Con esta cifra, la prensa mexicana cubrió el hallazgo como una maravilla de la ciencia contemporánea. La comunidad científica nacional —y de otros países— optó por hacer caso omiso a los descubrimientos.

Conclusiones apresuradas

No pasó mucho tiempo antes de que se revelara la identidad real de Waldermar Julsrud. Se trataba de un comerciante que había tenido poco éxito en Alemania pero que, debido a los potentes movimientos migratorios que llegaron a México durante el siglo XX, había decidido probar suerte en un nuevo país. El panorama prometía.

A pesar de que arqueólogos serios mexicanos ni siquiera tomaron en cuenta sus ‘descubrimientos’, tres años después de haber encontrado las figurillas, Julsrud publicó un libro en el que explicaba su teoría. Enigmas del pasado (1947) develaba un supuesto ‘mundo desconocido’ en el pasado remoto mexicano, donde los seres humanos habían convivido cercanamente con bestias prehistóricas.

Animales marinos, ejemplares con fauces repletas de colmillos afilados, tricératops dóciles: todo tipo de dinosaurios parecían estar en contacto directo con seres humanos antiguos, pertenecientes a una civilización abandonada por la ciencia. La publicación llamó la atención de Los Ángeles Times, para quien el ‘autor’ redactó un artículo para defender sus conclusiones.

Sólo entonces llamó la atención del arqueólogo estadounidense Charles C. Di Peso. Al aceptar la inspección de su ‘evidencia científica’, Waldemar Julsrud no tenía idea del desenlace fatal que le esperaba.

Desterrado de la ciencia
Charles C. Di Peso le pidió permiso a Waldemar Julsrud para investigar con detalle su colección de figurillas. El antiguo comerciante alemán accedió: finalmente había conseguido la atención que tanto había esperado. El reporte del arqueólogo estadounidense detalló varios puntos.

Entre ellos, que las piezas de la colección no tenían los colores típicos de la cultura purépecha,  oriunda de esta región en México. Lo que es más: carecían de rasguños y daños que típicamente tienen los objetos que han estado enterrados durante milenios —como sería el caso de las figurillas.

Lo que verdaderamente desterró a Waldemar Julsrud de la consideración científica fue la entrevista personal que Di Peso tuvo con la familia de Odilón Tinajero.

Después de varias visitas, confesaron haber confeccionado las piezas ellos mismos, tras recibir una remuneración nutrida por parte del comerciante alemán. Las piezas no tenían más de 14 años para cuando Julsrud causó conmoción mediática.

Con información de Muy Interesante

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.