Jacinto Canek, líder maya que murió liberando a su pueblo del dominio español

 

En el siglo XVIII el pueblo de Cisteil era una parcialidad. Es decir, según el sistema geográfico español, una subunidad de una localidad más grande. Su existencia fue corta, aproximadamente de ocho años. Poco después de ese tiempo quedó reducida a cenizas y sal: los españoles así lo dispusieron para que nada creciera en el futuro.

Antes de eso, se escuchaban pasos, voces, gente hablando con el emocionante brillo de la esperanza, gente hablando acerca de librarse del yugo español. Antes de que Jacinto Canek fuera cenizas esparcidas al viento, el pueblo maya aspiraba a poseer un aire que de verdad fuera suyo, soñaba con descansar en vez de rogar.

El indio espera
En la península de Yucatán, los caciques españoles poseían haciendas atendidas en su mayor parte por nativos mayas. Los terratenientes empleaban a sus subordinados mediante una dinámica abusiva a todas luces.

El maya era contratado por una hacienda que le ofrecía alimento, techo y demás enseres personales en una tienda de raya (local donde operaba todo este comercio). Estos servicios y productos eran pagados por los empleados a precios arbitrarios y absurdos, impuestos por los hacendados. Muchísimas veces los empleados no podían pagar las deudas a sus acreedores, por lo que estos hacían las deudas hereditarias.

Si el padre de una familia moría sin haber resuelto su deuda con el hacendado, el hijo tenía que cargar con la deuda de su padre. Como resultado, familias enteras eran esclavizadas por deudas exorbitantes. Aunado a esto, no sólo tenían que soportar trabajos cruelmente fatigosos, sino también tenían que tolerar las vejaciones y agresiones por parte de sus empleadores.

Ermilo Abreu Gómez tiene todo un capítulo, justamente llamado “La injusticia”, en su famoso libro Canek (2014) acerca de las vejaciones a los indígenas:

El amo mandó a llamar a Patricio Uk y le preguntó:

—¿Es cierto que te vas a casar con Rosaura, hija del difunto Jesus Chi?

Canek respondió por Patricio:

—Sí, señor, es cierto. Yo seré su padrino.

—¿Después de lo que aconteció con mis hijos?

Patricio dijo:

—Sí, señor.

El amo sonrió y agregó:

—Haces bien. Después de todo, para qué la quieres nueva, si ni siquiera la vas a usar.

Los indígenas mayas de la península tenían una vida cruel y difícil. Por lo tanto, la idea, o más bien, la esperanza de una vida mejor inspiraba a muchos a dar sus vidas por obtenerla. Sin embargo, el furor del ideal debía tener una voz y un líder.

Jacinto Canek: Serpiente negra

Jacinto Canek —seudónimo de Jacinto Uc de los Santos—, nació, según algunos historiadores, en San Francisco de Campeche. Fue educado por la orden de los franciscanos. Se especula que sabía leer y escribir en latín, ya que su erudición era una cualidad que sorprendió a los sacerdotes simpatizantes de la rebelión. Jacinto aspiraba a convertirse en padre franciscano. Sin embargo, los clérigos de la propia orden le negaron la oportunidad con la excusa de que un indio no podía convertirse en sacerdote.

La versión decimonónica presenta a Jacinto Uc como un libertador hecho a fuerza de los ideales de liberación sociopolítica. Sin embargo, Robert W. Patch postula una nueva visión acerca del héroe maya.

En la versión de Patch, Jacinto Canek es un enviado de las antiguas profecías mayas, una suerte de mesías para la era colonial. Este historiador apunta a que las razones sociopolíticas y económicas no fueron el motor principal de la rebelión de Cisteil, aunque no por ello son menos importantes. La convocatoria de la sublevación de Cisteil fue en parte de un carácter religioso. El propio Jacinto Canek era una especie de chamán, brujo o hechicero una vez entrada la rebelión.

Dominio político y decretos religiosos
El motivo de los indígenas mayas rayaba casi en el evento mágico. No era para menos. Los españoles veían absurdos los ideales mayas, provenientes del discurso político religioso de Canek. No obstante, una verdad ulterior se presentaba ante sus ojos. No sólo era una oportunidad la insurrección, sino un decreto religioso, casi un hecho consumado. La libertad era (es) algo prometido que se debe tomar.

Es poca la información que se tiene acerca de este personaje y estos eventos. Las referencias bibliográficas de la época presentan a Jacinto Canek como un loco y a la sublevación como un grupo masivo de indígenas ebrios. Sin embargo, el grupo indígena estaba organizado y tenían ideales concretos. Por lo tanto, el mote de loco y ebrios queda muy lejos de la imagen real. Los cronistas españoles trataban de desacreditar el movimiento de liberación indígena simplemente para los intereses de la corona.

El silencio no es casualidad
En maya “can’ek” significa serpiente negra. Este fue el sustancial pseudónimo que usó Jacinto Uc de los Santos. En el Chilam Balam de Chumayel, “Can’ek” era el príncipe de Chichén Itzá. Nombre que coincide con la imagen mesiánica que postula Patch. El 19 de noviembre de 1761, Jacinto Uc de los Santos —ahora Jacinto Canek— llama en el atrio de la iglesia a los pobladores de Cisteil a unirse y levantarse en armas contra el gobierno español. Esa noche expulsaron a los españoles de la localidad. Quedaron pocos sobrevivientes, entre ellos el sacerdote Miguel Ruela. El padre pidió ayuda en Sotuta al capitán Tiburcio Cosgaya.

El capitán reunió un grupo de efectivos con la idea de acabar pronto con la insurrección de un grupo de indígenas borrachos. Cuando llegaron a Cisteil, cómplice de la rebelión armada, el silencio los recibió. El pueblo no se movía. Lo único que escuchaban eran sus pasos. Ya entrados en Cisteil cayeron en cuenta de lo irremediable de su error. Quedaron poco menos de tres sobrevivientes, entre ellos no estaba el capitán Cosgaya.

En vista de la derrota del ejército español, el gobernador de Yucatán ordenó una reagrupación y una nueva tentativa contra el pueblo de Cisteil encabezada por Cristóbal Calderón. Esta nueva iniciativa tendría aproximadamente 500 efectivos armados con cañones y armas de fuego. Los indígenas mayas sólo estaban armados con palos, machetes y alguna arma de fuego. La nueva iniciativa tendría un terrible éxito.

Las cenizas huelen a jazmín

La insurrección de Cisteil fue erradicada en el segundo intento del gobierno español. Jacinto Canek huyó con menos de la mitad de sus hombres. No tardaron mucho en capturarlos a todos.

El 30 de noviembre de ese año, los hombres de Canek fueron enjuiciados. Sus penas varían entre 200 azotes, de 2 a 8 años trabajos forzados en la Habana, y la muerte por la horca. El 8 y 9 de diciembre fue el juicio de Jacinto Canek. Su pena fue, por mucho, más severa:

“El ex-rey maya debía ser despedazado con tenazas y ‘luego que muera naturalmente’ su cuerpo sería quemado y sus cenizas esparcidas al viento”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.