Violencia del miedo

ESCAMOCHA/José Díaz Betancourt

 

La gran nube gris de la pandemia ha sido inmensa tanto como para albergar no solo la propagación del COVID que está a punto de matar a un millón de personas en el mundo sino para impulsar una escalada incesante de desatinos de la conducta del hombre que quedarán prendidos como una de las insignias más deshonrosas y viles de la humanidad.

Las agresiones contra el personal de salud se consideraron en un principio como hechos aislados producto de una flagrante ignorancia y del más justificado miedo ante un contagio desconocido y ahora se agregan al resto de las expresiones de violencia conocidos como la escolar, de género, política, étnica o laboral, cualquier otra que se conozca o esté en desarrollo.

A estas alturas debe ser un centenar el número de denuncias formales ante la FGE-sin contar el subregistro-que dan cuenta de estas agresiones de las cuales sólo la mitad ha avanzado para eventualmente dictaminar a un culpable y verlo tras las rejas.

Otra clasificación importante de violencia surgida de la pandemia son las agresiones a los chóferes del transporte público a quienes se les trasladó la responsabilidad de conminar entre los pasajeros el uso del cubrebocas, cuyos resultados han sido fatales e incrementan la ya de por si deteriorada relación entre usuarios y transportistas públicos.

PILÓN

Recientemente se ha vuelto popular una frase ideal para mostrar la desvergüenza, la expresión de marras: «hay que tener cara», aplica para ilustrar el cinismo del alcalde de Ixtlahuacán de los membrillos Eduardo Cervantes Aguilar para pautar en medios de comunicación locales, con motivo de su segundo informe de gobierno, un mensaje sobre sus logros en ese territorio donde ocurrió el asesinato de Giovanni López y se descubren muy seguido fosas clandestinas.

Periodista, docente y coordinador de diplomados en periodismo en la Universidad de Guadalajara y el ITESO

 @pepediazjose

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