Una normalidad anormal

HACIENDO ADOBES/Miguel Zárate

En su afán de que los juegos de palabras sirvan de algo, se ha insistido en que hay que aprender a vivir dentro de una “nueva normalidad”.

En nuestro rico lenguaje esto no significa nada y menos cuando se trata de disfrazar los problemas que entraña una situación que representa ya innumerables problemas que impactan ya no solo ante la amenaza a la salud y a la vida, sino a la deteriorada economía familiar, al regreso a clases que será muy complicado y hasta la realización de actividades sociales que no tendrán cabida al menos en varios meses.

Pero lo que más preocupa es que la autoridad no siga generando opciones. De repente todo parece haberse suspendido en materia de apoyos a lo que se ha dado llamar la “reactivación”.

Y peor todavía, ensombrece el panorama ante lo que está pintando ya claramente como la principal preocupación de los gobiernos federal y local: las próximas elecciones.

En Jalisco ya es tema cotidiano. Como si no pasaran cosas más relevantes, los actores políticos han empezado a posicionarse, a buscar acomodos, a jugar al cambio de colores, a enderezar sus acciones en el caso de funcionarios estatales y municipales, con la mira puesta en subir su presencia e imagen pública. Sin decirlo abiertamente, se revelan las aspiraciones de algunos que ya no solamente piensan en el 2021 sino en el 2024.

Desde el centro del país empiezan a gestarse movimientos para disputar luego algunos puestos clave en este estado y, como sucede a menudo en todos los partidos, también se han iniciado las luchas internas para ir tras las mejores postulaciones.

Lo que nos preguntamos es: ¿ya se acabaron nuestras principales preocupaciones? ¿no quedamos en que todo eso se haría a un lado para no perder atención en los temas esenciales que más interesan a la población?

Cierto que en un principio se ocuparon las autoridades estatales en tomar medidas para que las consecuencias económicas no provocaran el colapso esperado ante el cese parcial y hasta total de no pocas actividades productivas, pero, ahora, al igual que el gobierno central, no se ve que la llamada “mesa de reactivación” sirva para mayor cosa.

Desde luego que no hay recursos suficientes, que el gobierno de la república enfrenta ya una escasez de fondos que en alguna medida no fueron aplicados de la mejor forma y que esto merma posibilidades para que en los estados se restablezcan muchos servicios y se retome, por ejemplo, la construcción de obra pública.

Sin embargo, parece que estamos en un “impass” en este sentido ya que no hay respuestas claras a las demandas ya desesperadas que está haciendo la industria, el comercio y numerosos servicios que, pese a la paulatina reapertura, no consiguen evitar la caída y la pérdida de empleos.

Y en otro aspecto primordial, se da por sentado que la actividad educativa empezará ciclo como terminó el otro, dentro de un sistema virtual en el que no se despejan muchas dudas sobre su efectividad, particularmente en cuanto a que no todas las familias disponen de los elementos tecnológicos necesarios.

Estamos conscientes de que no todo es cuestión gubernamental y que no es fácil esperar que una buena parte de los ciudadanos pierde cada día opciones de superar sus ya significativas carencias.

Y pronto podría ser peor, cuando el desempleo o el empleo a medias o el subempleo terminen por apabullar las economías personales y familiares.

Por ello, lo que menos debe suceder es que las autoridades supongan que ya hicieron algo, metan cabeza y cuello en la tierra y pretendan olvidarse de lo que todavía nos espera.

No, no hay nueva normalidad sino una realidad anormal en la que no es aceptable que los gobiernos se pierdan en buscar su futuro político, y menos si tanto está en juego.

Regidor del Ayuntamiento de Guadalajara

@MiguelZarateH

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