¿De vuelta al virreinato? Parte II

RocíoMorgan

EFECTO AKRASIA/Rocío Morgan Franco

Como el amable lector recordará, la semana pasada explicamos un poco en qué consistirán los cambios propuestos por el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, las que tienen que ver básicamente con dos acciones que competen al Ejecutivo Federal y que es el traslado de las Secretarías federales a los Estados de la República y la eliminación de las delegaciones federales de las entidades, que serán sustituidas por un Coordinador Estatal de Programas de Desarrollo.

Como seguro usted bien sabe, en Jalisco, pretenden que este cargo sea ocupado por el ex candidato morenista a la gubernatura, el Dr. Carlos Lomelí, dueño de la empresa farmacéutica Lomedic (y quien por cierto sigue sin aclarar por qué Estados Unidos lo vincula con bandas del crimen organizado por presunto lavado de dinero).

Como ofrecimos al final de la columna, en esta entrega explicaremos las sinrazones de estas propuestas, a la luz de las propuestas federalistas que históricamente ha presentado Acción Nacional y analizaremos cómo es que estas propuestas lopezobradoristas pueden sucumbir al efecto Akrasía (ese que no nos deja hacer aquello que debemos hacer, sabiendo que es justo, ni aún por nuestro propio beneficio).

Las tesis que recuperaré aquí, están en sendos artículos escritos por Don Efraín González Morfín y Carlos Castillo Peraza en la Revista Bien Común No. 240 (Marzo, 2015), cuyo título es bastante oportuno “Defensa del Federalismo”.

En él, Castillo Peraza afirmaba que la lucha por un federalismo pleno en el México postrevolucionario, está vinculada a los orígenes culturales e históricos del PAN.

Todos reconocen que las tesis más desarrolladas y las mayores luchas en el legislativo por la autonomía municipal y el fortalecimiento del federalismo, las han dado los legisladores panistas a lo largo de la historia desde 1943.

Sin embargo, Carlos Castillo advierte que hay tres taras políticas que pueden obstaculizar este avance y que el “nuevo” gobierno morenista corre el riesgo de heredar, repetir y no resistir la tentación de instaurarlo: el Autoritarismo, el Presidencialismo y el Centralismo.

Sin embargo, los visos que vemos de nombrar personajes omnipresentes, como los Coordinadores Estatales de Programas de Desarrollo, anulando la propia estructura del Ejecutivo Federal (que se divide por Secretarías temáticas para atender las particularidades de cada sector), es lo que hace sonar las alarmas, no solo en el PAN, sino en todo el tejido social.

Castillo afirma que un centralismo tan agudo, casi absoluto como el que los mexicanos hemos padecido, no habría sido posible en un régimen de real y efectiva división de poderes. Pero en el gobierno entrante tampoco se garantiza esa división, al contar Morena y sus aliados con la mayoría de las Cámaras, por lo que la lucha federalista tendrá que darse desde lo local, es decir, desde los Estados y Municipios que conforman la República federada, para hacer respetar su soberanía y autonomía.

“En el pasado, se intentó justificar el centralismo con la necesidad de ordenar y estabilizar la vida política de México, desquiciada, sacudida y desestabilizada por la actuación arbitraria y patrimonialista de los señores locales o caciques. Así que se le otorgó al centralismo una aureola civilizadora, una justificación según la cual la concentración de poderes fue el mecanismo necesario y el inevitable precio a pagar para desarticular la red caciquil urdida a partir de la revolución de 1910”. (Castillo, 2013)

Hoy sabemos, que eso no se logró. Que ni el Centralismo, ni el Presidencialismo (el poder concentrado en un solo hombre, al que se le rinde pleitesía y carece de contrapesos reales) ni su hijo ilegítimo, el Autoritarismo, solucionaron nada ni en el pasado postrevolucionario ni en el pasado reciente, todo lo contrario, solo afianzaron un sistema político que hemos padecido por décadas, que no hemos podido contrarrestar ni desmantelar y que se teme que se fortalezca con la llegada del “nuevo” gobierno, pues todos sabemos los orígenes políticos de López Obrador y muchos de los dirigentes de Morena: el mismo régimen que pretenden sustituir.

Hay un cuarto elemento, producto de estos regímenes: el Paternalismo. Derivado de los otros tres, traducir el Federalismo en acciones asistencialistas para contrarrestar la inequidad y la falta de justicia social, nos lleva al Paternalismo.

Un Gobierno que se “encarga” de sus “hijos” ante la invalidez o ignorancia que le aquejan y cuyo “padre” debe solucionar de manera dadivosa.

Criterios básicos para proponer una doctrina o filosofía social de índole democrática y pluralista del Federalismo, son la personalidad humana, la solidaridad, la subsidiariedad, el bien común y el ejercicio responsable y respetuoso de la autoridad (González Morfín, 1995), por tanto, equiparar el Paternalismo con un ejercicio de gobierno subsidiario es un completo despropósito.

No será regalando becas, mensualidades de 1,200 o 1,500 pesos; láminas, tinacos, despensas, tortillas y tenis, sino haciendo efectivo el Federalismo (bajo los cinco criterios anteriores), el que permita el desarrollo de las localidades, su potencial y vocación, apostarle por el bien común, “en sus diversas manifestaciones, de tal manera que se capte la interdependencia de los distintos bienes comunes de los diversos niveles de vida social.

Correspondería al Estado federal el bien común global, que integra y respeta los bienes comunes de entidades federativas y municipios”. El desarrollo, el progreso, se gestan en la célula básica de toda estructura de gobierno, la base de la pirámide son los municipios y los estado de la República. Acción Nacional no debe permitir un retroceso ni claudicar a décadas de lucha municipalista y federalista. Hacerlo, sería sucumbir al Efecto Akrasía.

Secretaria de Comunicación del PAN Jalisco

@RoMorganF

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