¿Con o sin acento? Por qué la ortografía importa menos de lo que crees

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/Francisco García Pimentel

Me han dicho que las redes sociales están causando un problema de comunicación. “Los jóvenes ya no saben escribir más allá de 140 caracteres” acusan los puristas. ¿Es esto verdad?

Cuando Twitter comenzó en 2006, el número obedecía al número máximo que se podía mandar a través de un SMS, que entonces era de 160, con 20 espacios reservados para el nombre del autor.

Un twit es la máxima expresión del utilitarismo comunicativo; no deja espacio para adornos barrocos ni argumentos complejos. ¿Es este el inicio del fin del lenguaje?

Entre esta semana y la anterior sostuve varias entrevistas de trabajo, pues en la oficina buscábamos apoyo en distintas áreas.

Uno tras otro, los aspirantes a un puesto, hombres y mujeres jóvenes, presentaron su currículo y sonrieron cuanto pudieron por el tiempo que duró la entrevista.

Existen muchos parámetros útiles para tomar la decisión de contratar (o no) a una persona. El carácter es el primero; la preparación académica, experiencia e idoneidad para el puesto son inevitables.

Pero hay un parámetro que me parece importante y esencial, y que cada vez me es más difícil encontrar entre los profesionales:

Comunicar.

Estoy plenamente complacido de la aproximación STEM (siglas en inglés para ‘ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas’) que se ha dado a la educación primaria y secundaria en los últimos años.

En miles de escuelas en el país (y en el mundo) se prepara a nuestros niños en materias fundamentales para la creatividad y el progreso tecnológico.

Desde sus primeros años los estudiantes aprenden a programar códigos y sistemas que luego se convierten en robots y programas informáticos.

Todo esto es genial. Y es por eso que me sorprende que estos jóvenes, al terminar la escuela, no sepan comunicar.

El lenguaje hablado es el primer código lógico que aprendemos, y el más importante. Es el que más utilizamos y del que dependen la mayoría de las interacciones relevantes de nuestras vidas. Obedece –como los códigos matemáticos- reglas lógicas que permiten que funcione como debe ser y cumpla su objetivo.

Estas reglas lógicas –en un sentido fundamental- son las mismas que se utilizan en la programación computacional más compleja: “Si A, entonces B”.

Cada oración es una ecuación, y debe de ser sostenible en sí misma. “El boticario vendió tres onzas de vitamina C” no es diferente de “23 + 23 = 46”, y la corrupción de cualquiera sus partes descompone su objetivo: deja de ser útil o real.

El fin del lenguaje no es la belleza, sino la utilidad. Su valor primario está en su capacidad de comunicar. Por supuesto, el lenguaje puede ser bello, como las matemáticas.

Pero una ecuación hermosa que resulta falsa se desecha inmediatamente. En el lenguaje como en las matemáticas, la simplicidad suele ser la mayor belleza posible.

Pero en la escuela la lengua no se nos enseña en función de su utilidad, sino de su belleza a través de la falsa poesía y la ortodoxia.

En la escuela la ortografía es el valor supremo (el profe Rodolfo nos bajaba puntos por cada falta), pero en la vida real quien reina es la sintaxis. Es decir: la lógica que subyace en la oración perfecta.

Comunicar. Los graduados de las mejores universidades no saben comunicar. ¿Por qué?

Porque se han olvidado de lo primero que aprendieron en la clase de español, pero que debería estar escrito con letras de oro sobre los pizarrones de todas las aulas. S+V+P=O.

Comunicar es sencillo, ya sea de forma escrita, oral o visual. La clave es el código, y el código es simple, como la más simple de las ecuaciones.

Sujeto + Verbo + Predicado = Una oración. Y en cada oración, una idea completa.

Si entiendes esto, lo entiendes todo. Y si puedes escribir bien 140 caracteres, puedes escribir una novela. “Cualquier tonto puede hacer algo complejo –dicen que dijo Einstein-, se requiere genio para hacerlo simple”.

Para cualquier aspirante a escritor, periodista, abogado o ser humano funcional, mi consejo es éste: quien quiere parecer culto por ser hermoso pronto pierde ambas batallas.

Pero aquél que sabe escribir una sola idea de manera clara y lógica lleva andada más de la mitad del camino.

Eso es comunicar. Sobre esto, puedes construir lo que quieras: ortografía, ritmo, rima y rimbombancia. Pero belleza sin ecuación es maquillaje sin rostro.

Director General Diez Letras Comunica

@franciscogpr

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