¿Quieres detener el calentamiento global?

GarciaPimentel

A LAS COSAS POR SU NOMBRE/ Francisco García Pimentel

Esta semana he leído replicado en distintos medios y redes un artículo que cita al Dr. Travis Rieder, bioeticista de la Hopkins University.
En él, el científico afirma que la única forma de detener el calentamiento global es dejar de tener hijos y reducir la sobrepoblación dramáticamente.
Aunque no es una idea nueva, el artículo ha resonado y recibido lo mismo aplausos que abucheos.

Lamentablemente, algunos de los abucheos atacan por lado incorrecto, acusando a los ecologistas de odiar a los bebés, o negando de plano la existencia del calentamiento global. Ambas premisas son falsas.

Mis razones para tomarme el tiempo de contestar el artículo vienen de otro espacio, y vale la pena partir de una idea clave: estoy de acuerdo en casi todas las premisas del artículo.

Yo también creo, como el Dr. Rieder, que:

– El calentamiento global es un tema real y urgente.
– El sistema económico en que vivimos no soporta el crecimiento humano actual.
– Existe pobreza y hambre. Y tenemos que buscar una solución.

En una cosa –solo una- no estoy de acuerdo: en que la reducción artificial de las poblaciones sea la respuesta a cualquiera de estos problemas.

Thomas Malthus hace doscientos años acuñó la noción de que el exceso de población haría insostenible su mantenimiento.
En ese entonces existían en el mundo 1000 millones de personas.
A pesar de que la población en los últimos dos siglos se ha multiplicado en un 700% hasta alcanzar hoy día casi los 7500 millones, el porcentaje de personas en pobreza extrema se ha reducido de un 40% hasta un 12% según cifras del banco mundial.

Es decir, mientras la población se ha multiplicado por siete; la pobreza se ha reducido hasta casi su cuarta parte en doscientos años, en medio de la explosión demográfica más alta de la historia humana.

El crecimiento de la población se transfiere en riqueza, y no en pobreza, si se proveen los elementos necesarios para la creación de empresas productivas. Los países que decrecen su población en poco tiempo logran aumentar su nivel de vida en corto plazo, pero eventualmente se enfrentan a un invierno poblacional.
Una cultura que tiene hijos sobrevive por siglos o milenios; mientras que la que deja de tenerlos desaparece en pocas generaciones.

Mi argumento principal en contra de la eugenesia, el control natal y los abortos generalizados no proviene de su contenido moral (que definitivamente existe) sino de su inefectividad estadística e histórica para reducir la pobreza, la desigualdad o la contaminación.

Son los países que valoran la riqueza de su población y la emplean para aprender, crecer y desarrollarse, los capaces de enfrentar con educación, creatividad y tecnología los retos que plantea el presente. No necesitamos menos, sino más trabajadores, ingenieros, agricultores, profesores, papás y mamás, educadores y exploradores.

Parece sencillo pensar que la mejor manera de eliminar la pobreza es eliminando a los pobres; pero tras de esta noción se esconde el peligro grave de la total deshumanización.

Decir que la mejor manera de salvar el mundo para los humanos es eliminando a los humanos es, a largo plazo, un sinsentido.

Si el sistema actual no permite el crecimiento y propósito humanos, lo que hay que cambiar es el sistema; no eliminar a los humanos.

¿Quieres detener el calentamiento global? En nuestra capacidad de pensar y evolucionar como humanidad está la respuesta.

Dicho esto, manifiesto el valor de la libertad como esencia de la dignidad humana. Si tú decides no tener hijos; o tener uno, dos, o tres… no tengo nada que decirte. Eres libre; es tu vida y la de tu familia las que están en juego.

Es tu decisión y quiero que tengas los elementos para tomarla. Pero escucha esto: ni tú ni tus hijos sobran. Nadie sobra. Mejor edúcate y edúcalos para lograr los cambios que el mundo sí necesita. No queremos solamente tener más humanos, sino ser más humanos.

Director General DiezLetras Comunicación Efectiva

@franciscogpr

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