Democracia On-Demand

CESAR-NUEVA

RESTAURACIÓN/ César Ruvalcaba

La revolución tecnológica no solo ha supuesto nuevas formas de interacción social que nos permiten una comunicación directa, permanente e inmediata, sino que también ha impuesto, imperceptiblemente, una forma distinta de entender los procesos sociales como si fuera posible gestionarlos con la misma simplicidad que cualquier servicio digital.

Esta percepción de una realidad virtual que hemos incorporado a nuestra vida diaria está impactando también la manera en la que entendemos la democracia: una democracia on-demand.

Me explico, los ciudadanos se perciben con mayor autonomía y con un rol mucho más activo en las nuevas formas de interacción digital.

Pueden concebirse como dueños de la libertad de selección ante las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías: elegir canales de televisión desde el propio móvil, la disposición de portales de noticias en una variedad internacional, el escuchar su música preferida al alcance de un click, ver películas y series televisivas u organizar el próximo viaje sin la intermediación de una agencia profesional; todo ello refuerza la idea de autonomía de selección.

Todo es posible en el mundo digital y el individuo aparece como el agente que decide sobre su futuro.

Bajo esta lógica, el ciudadano percibe que también puede interferir en el desarrollo democrático como si fuera un sistema bajo demanda.

El individuo se siente en capacidad de decidir una u otra iniciativa para el equilibrio ecológico como si eligiera unos zapatos por catálogo.

Cree que reportar la falta de servicios públicos en su barrio tiene la misma lógica que reportar una falla en su servicio digital de películas; bajo esta premisa, el individuo espera que en ambos casos la solución sea inmediata y eficiente.

Puesto que él ya hizo su parte al seleccionar un servicio y reportar una deficiencia, el resto le corresponde al proveedor.

Así, el Estado y los políticos que lo componen, pasan a convertirse en proveedores incapaces e ineficientes porque crece la idea de que pueden –y deben- adoptar las características de inmediatez que ofrece, por ejemplo, Spotify para escuchar música.

La tragedia, como siempre, es la maldita realidad. Pocas veces quiere funcionar a nuestro imaginativo ritmo. La democracia y la gestión de lo político es mucho más compleja que un servicio digital.

Esta “democracia On-demand” que señala la politóloga Nacarino-Brabo (2016) no solo es incompatible con las dinámicas políticas, sino que además es imposible ante la erosión de política y poder que sufre el Estado actual.

Ante esta arritmia sistemática entre el mundo virtual y el sistema democrático, cabe esperar que nuestra sociedad se impaciente y decepcione cada vez con mayor facilidad.

Pero con este ritmo de avances tecnológicos, ¿no será posible en un futuro inmediato insertar un nuevo botón en el celular para eliminar a un diputado y «descargar» a otro de inmediato? La ironía, va por descontado.

Profesor Investigador U de G

@Cesar_Ruvalcaba

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