Masiosare… un interno enemigo

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CAVILANDO ANDO/Alfonso García Sevilla

No es Donald Trump quien atenta contra los mexicanos, el actual mandatario norteamericano solo dice lo que piensan también sus antecesores, que sí eran diplomáticos, de nuestro país, al igual que un amplio sector poblacional de E.U.A que nos ven con desprecio.

Ni demócratas ni republicanos nos han visto como sus vecinos y socios comerciales y eso se refleja con la falta añeja de un acuerdo migratorio a favor de los connacionales que por falta de oportunidades han decidido arriesgarse a cruzar la frontera con la intención de conseguir un mejor nivel de vida.

No es Trump el «Masiosare» que atenta contra los mexicanos, ni quien sus agresiones tienen en franca decadencia a nuestro país. Tristemente las principales agresiones y la culpa de nuestro estancamiento como nación la tenemos los propios mexicanos. Triste pero cierto.

Necesitamos que sean los golpes en el bolsillo, como el reciente «gasolinazo» los que nos hagan salir del letargo en el que vivimos y que han dado pie a que nuestro país sea saqueado impunemente, además de las transnacionales, por los propios políticos mexicanos, hemos solapado silenciosamente décadas de corrupción e impunidad volviéndonos cómplices de ellos.

Nos hemos vuelto parte de la misma corrupción que hoy tiene en el aumento a los combustibles su consecuencia más sensible.

Esa constante práctica de evadir a toda costa la obediencia de la ley y vivir en un sistema impune hoy nos cobra la factura: una sociedad fracturada, ignorante, violenta, dolida y que no sabe por donde iniciar un proceso de reconversión y regeneración, que sexenio tras sexenio los políticos en campaña nos prometen que ahora sí va en serio.

No será a través de las marchas de odio. Si queremos cambiar la actual situación de nuestro país debemos dejar de lado el patrioterismo de ocasión por el despertar de la conciencia ciudadana, entendida como el reconocimiento de las conductas nocivas que desarrollamos día a día y que en nada abonan a la sana convivencia y a erradicar los grandes males añejos que padecemos.

El día que dejemos de apropiarnos de las banquetas y de los espacios públicos, que no demos mordidas por saltarnos las leyes y reglamentos, que dejemos la violencia e intolerancia como una expresión cotidiana, que motivemos en nuestros hijos el estudio y dejemos la cultura del mínimo esfuerzo, que paguemos como debe los impuestos, pero lo más importante.

Que seamos capaces de obligar a los que mandatamos a cumplir con el oportuno, transparente y eficiente uso de los recursos públicos, hasta entonces podremos hablar de un cambio en nuestro país.

No es Trump ni los gringos nuestro extraño enemigo. «Masiosare» tiene nombre y apellido y lamentablemente está en casa ¿Hasta cuándo? Hasta que nosotros mismos lo expulsemos. Harto complicado mientras sigamos dando palos de ciego y creamos que son las marchas las que revertirán los malos gobiernos y la apatía nacional.

Analista político

@aagsevilla

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