Si, si soy católico y no, no aplaudo a Donald Trump

GarciaPimentel

A LAS COSAS COMO SON/Francisco García Pimentel

Me llamo Francisco y soy católico. En las últimas semanas he seguido con interés, como todos ustedes, las noticias internacionales y en particular aquellas que se refieren a las locuras del nuevo emperador, Mr. Donald J. Trump.

Veo con preocupación cómo algunos amigos míos, y otros conocidos en redes, que también son cristianos o católicos comparten las “victorias pro vida” de Trump y celebran sus ocurrencias, diciendo que aunque esté un poquito loco, “qué bueno” que por lo menos ha quitado los fondos a Planned Parenthood y apoyado la marcha por la vida, entre otras cosas

Mi opinión –mi muy humilde opinión- es que esto es un grave error.

Por supuesto que debemos defender siempre el derecho a la vida. Eso está fuera de discusión para nosotros. Pero démonos cuenta que estamos siendo vilmente utilizados por un hombre desquiciado para legitimar su llegada al poder.

Así como Peña Nieto regaló televisores para ganar el voto de los pobres, Trump se baña en agua bendita para ganar a los cristianos; pero es una mentira, un engaño, un anzuelo que muchos han comprado. Lo único que le interesa es ganar. Lo único.

Trump no es un hombre que se pueda llamar cristiano bajo ninguna extensión del término. Es corrupto, mentiroso, infiel, egocéntrico y no practicante.

Tiene su propio cristianismo personal, hecho a su medida. Pero ha elegido hábilmente sus acciones demagógicas para agradar y sumar a la mayoría de estadounidenses cristianos a sus filas, y lo está logrando.

Lo que los medios liberales atacan, los medios conservadores ensalzan. En un país dividido y con miedo, el tirano florece.

Yo soy el primero que quiere que la barbarie del aborto termine; que el valor de la familia se reivindique; que se defiendan las creencias de mis hermanos cristianos.

Pero no así. El aborto no se terminará por una imposición violenta, sino a través de la transformación social hacia la cultura de la vida. Lo que se toma por la fuerza, por la fuerza se pierde. Hay muchas otras maneras de atacar con inteligencia por vías legales, científicas y políticas, la decisión de Roe V Wade, sin enarbolar falsamente la religión como causal. No lo es.

Tenemos que estar conscientes de que este tipo de imposiciones violentas tendrán su respuesta, también violenta. Tan pronto como los demócratas recuperen el poder –y lo harán eventualmente- todos estos decretos serán echados por la borda y, por el contrario, nuevas medidas más agresivas se tomarán para proteger lo que ahora han perdido.

Todos los supuestos avances desaparecerán más pronto de lo que creemos.

Por otra parte, la imposición pro vida, como ahora se plantea, quedará estigmatizada y referida al nombre y figura de Trump. De aquí en adelante, cualquier persona o político de buena voluntad que decida oponerse al aborto en Estados Unidos será llamado “Trump” como cualquiera que defienda hoy el nacionalismo es llamado “Hitler”.

Trump ha manchado el término “pro vida”, y quitar esa mancha costará mucho.

Por si fuera poco, también Trump daña el prestigio de la palabra “cristiano” cuando insiste una y otra vez en llamarse así mientras obra con evidente sinrazón e impone políticas en nombre de su religión inventada.

Si es verdad que es lícito proteger las fronteras, no es lícito denigrar o faltar a los derechos humanos de ninguna persona, de ninguna religión ni creencia. ¿Qué hay de cristiano en eso?

No soy partidario de ignorar las realidades internacionales. Hay que actuar, pero hay que hacerlo con inteligencia y sentido humano.

Trump ha optado por ejercer políticas proteccionistas y nacionalistas que afectan a varios países, entre ellos México. Algunas serán positivas, otras negativas.

Esa es harina de otro costal. La historia le juzgará eventualmente. Pero como católico y cristiano prefiero esperar a que la historia le juzgue como “Trump el millonario” o “Trump el maniático” o, si a todos nos va bien y el mundo se torna loco, “Trump el magnífico”. Pero nunca “Trump el cristiano” o “Trump el pro vida”.

Celebremos nuestras victorias con inteligencia, pero no engrosemos el ego de un tipo maniático, destructivo y errático. No juguemos su juego y no elevemos a los altares a quien haría de ellos un burdel más.

Me llamo Francisco, soy mexicano, soy católico y no aplaudo a Donald Trump.

El autor es abogado y master en política internacional.

Desde el 20 de enero tiene una caja de Tums en su escritorio para poder sobrevivir a las noticias de la mañana.

@franciscogpr

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