Democracia latinoamericana

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DIVISADERO/Eduardo González

Desde cualquier óptica que miremos la democracia, y con el desarrollo político que tenga, sin duda es la mejor manera de vivir en sociedad.

No negamos que aún los países con mayor desarrollo democrático continúan teniendo varios pendientes sociales y políticos por resolver, situación que nos impide necesariamente observar las bondades de vivir en democracia.

Vivir bajo un sistema democrático nos permite tener mayor certeza sobre el ejercicio de gobierno y el devenir político de la nación; combatir la impunidad, la corrupción y la opacidad; lograr un reparto equitativo de las riquezas y las oportunidades; y establecer con claridad las reglas para determinar quiénes y bajo qué procedimiento están autorizados para tomar las decisiones colectivas.

A pesar de todo ello, no hemos alcanzado un consenso sobre estos alcances de la democracia. La razón es simple, más allá de los discursos democráticos, lo que domina en la sociedad y en el ejercicio gubernamental son las prácticas de exclusión social, y aprovechamiento de los recursos de la población por un grupúsculo en el poder.

Esa situación, y no otra, es la que explica los resultados publicados por el Latinobarómetro (Reporte Índigo, 20 de septiembre de 2016) sobre la apreciación ciudadana de la democracia en América Latina.

El estudio se levantó en 18 países del subcontinente, y los resultados no son muy alentadores. Lo que se observa es que en las últimas dos décadas las democracias no se han consolidado y que ha bajado la confianza ciudadana en las instituciones y en la clase política. 73 por ciento de los ciudadanos, por ejemplo, creen que los gobernantes trabajan para el beneficio de la élite económica-política.

La aprobación más alta para un gobierno se tiene en República Dominicana con 76 por ciento; el menor es para Perú con 19 por ciento. En México la aprobación apenas llega al 25 por ciento. La aprobación en conjunto llegó al 28 por ciento y la de los partidos políticos al 17 por ciento.

De acuerdo con los datos arrojados por el informe, este es el cuarto año consecutivo en que el apoyo a la democracia no mejora. Hoy por hoy, apenas alcanza 54 por ciento. La insatisfacción por nuestra democracia es del 62 por ciento.

Lo que sí han conseguido las democracias latinoamericanas es empoderar a los ciudadanos, se ha incrementado el poder de agencia de las personas, lo que miramos al menos en dos escenarios: la mayor frecuencia con la que los ciudadanos toman las calles para exigir sus derechos; y la creciente puesta en marcha de proyectos sociales a través de políticas públicas.

El déficit de confianza en la democracia se profundiza por tres razones: las bajas expectativas de crecimiento económico por las que atraviesa Latinoamérica; las altas demandas sociales de la población hacia los gobiernos; y el aumento en la corrupción e impunidad en la sociedad política y civil.

Queda la impresión que más que consolidar la democracia en América Latina estamos viviendo tiempos de retroceso. Se impone hacer lo necesario para revertir ese proceso.

Dr. Eduardo González Velázquez
Profesor-Investigador
Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales
TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@contodoytriques

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