La suerte de Andrés Manuel

MAGUEYPOLÍTICAMENTE INCORRECTO/Carlos Maguey

Luego de una elección difícil, aunque no cerrada, el fin de semana pasado, Andrés Manuel López Obrador tomó la decisión que parecía más lógica y consistente con su actuar, aunque también es una decisión que ha sido duramente criticada.

 

Desde la comodidad de los partidos que se presentan como opciones de izquierda, algunos de los que lo han acompañado durante años, decidieron criticar a quien los ha representado en dos elecciones federales y en la de Jefe de Gobierno del Distrito Federal del año 2000, y que ha sido, sin duda alguna, su candidato más rentable, su mejor gallo.

López Obrador es criticado en este momento por ser testarudo, por ser aferrado, sin embargo, hay que reconocer que también es un político consistente, es decir, que no ha cambiado esencialmente de postura durante los dos procesos electorales en los que ha sido derrotado. De la misma forma en que actúo en 2006, lo está haciendo ahora.

A riesgo de recibir jitomatazos, creo que eso se le debe agradecer a un político en estos tiempos en que la consistencia, es decir, mantener sus posturas como verdaderas convicciones y no sólo como posiciones mediáticas, es lo que hace que una persona tenga reacciones similares ante situaciones similares.

Entiendo que mucha gente que milita en los partidos que se llaman de izquierda, aunque en realidad creo que muchos no tienen esa ideología de izquierda, critique y ceje en la lucha que ha encabezado por Andrés Manuel López Obrador durante años, pues desde la comodidad de una curul de diputado local, diputado federal o senador, bien se puede pedir que haya una renovación en sus dirigentes.

¿Pero por qué debe seguir en ese discurso que muchos critican como aferrado?, bueno, pues porque Andrés Manuel López Obrador no puede mostrarse con una cara diferente, debe dejarse ver en posiciones similares a las de 2006 cuando criticó el sistema electoral y calificó al Presidente Felipe Calderón de espurio por considerar que fue impuesto por las televisoras y por el resto de los poderes fácticos. ¿Qué pasaría si hoy le reconociera el triunfo a Enrique Peña Nieto?, es evidente que sus propios seguidores lo criticarían y lo abandonarían, pues lo podrían considerar como cómplice por omisión de aquello que ellos sí creen que fue un robo.

En Jalisco tenemos casos similares, quizá menos radicales, como fue Enrique Alfaro Ramírez, quien criticó la actuación de los integrantes del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana y en ese contexto impugnó el proceso electoral, pues aunque muchos ven un triunfo claro de Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, en realidad Enrique Alfaro no podía dejar que quienes votaron por él, creyeran que dejaba de luchar.

Otro caso local es el de Alberto Cárdenas Jiménez, a quien ayer el tribunal electoral local le aceptó la anulación de algunas casillas de la elección de Guadalajara, pero no le concedió la anulación de todo el proceso electoral. También en este caso, en el que pareciera contundente el triunfo del priista Ramiro Hernández García, se entiende la postura del panista de seguir en la lucha, sobre todo en un momento en el que pareciera que los panistas carecen de liderazgos.

Lo que debe diferenciar a los dos casos jaliscienses: Alberto Cárdenas y Enrique Alfaro, respecto de Andrés Manuel López Obrador, es saber en qué momento debe bajar un poco la intensidad de su lucha y reconocer las decisiones de las instituciones, pues de otra manera correrán la misma suerte que el tabasqueño, que fue arrastrado por sus palabras y con el fin de no perder la consistencia que se ha construido, se ha encaminado a su autoexilio.

El costo que este autoexilio de Andrés Manuel López tendrá para la izquierda mexicana, es continuar con su pulverización, pues al generarse una nueva opción de votos, sólo se asegura dividir entre más comensales, un pastel que de por sí ya era pequeño y los casos de los Jaliscienses no deben llegar a los niveles del tabasqueño, pues de otra manera, su consistencia los obligará a irse de frente a un despeñadero.

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