En la radio, un cochinero

 

HABLEMOS DE DERECHOS

Salvador Romero Espinosa 

Nueve narcocorridos llegaron la semana pasada al top 30 de los “Éxitos México” de Spotify, es decir, prácticamente una de cada tres canciones que la gente prefiere escuchar en México están relacionadas con historias de narcotraficantes hechas canciones, lo que sin duda habla de una narco-cultura profundamente arraigada en la sociedad mexicana que difícilmente se revertirá con simples abrazos o con la militarización del país.

Cabe recordar que se tienen registros que los “corridos” nacieron en México a finales del siglo XIX y se hicieron muy populares en la época revolucionaria contando historias de personajes de dicha lucha, pero hace apenas unos meses que la Real Academia Española incluyó también en su diccionario la palabra “narcocorrido” definiéndolo como: “Composición musical popular que narra historias enaltecedoras del narcotráfico y de sus protagonistas”.

Aquí lo novedoso o interesante es que antes de que Spotify creará su “playlist” de “Éxitos México”, usando como único criterio para formarla las canciones más reproducidas en el país (en ella te puedes encontrar -alternadamente- baladas románticas, reggaetón, rock, pop, rap, banda, norteño, etc.), era mucho más difícil notar la magnitud del problema y del profundo arraigo de los narcocorridos en la sociedad mexicana, pues las estaciones de radio segmentan por géneros y cada una reproduce solo aquéllos que sus radioescuchas prefieren escuchar, de tal forma que se crea una especie de “caja de resonancia” en sus audiencias.

Sin embargo, actualmente plataformas como Spotify y Amazon Music (con su lista “Lo que Suena”) han puesto en el oído de cualquiera que reproduzca dichas “playlists” de éxitos, una importante cantidad de narcocorridos modernos que, insisto, han alcanzado a escalar hasta los más altos lugares y ocupar hasta una tercera parte de los principales éxitos del país, lo que en mi opinión nos debería de obligar a hacer reflexiones y estudios mucho más profundos y serios, que realmente permitan generar políticas públicas para acabar con el narcotráfico desde la raíz, lo cual me parece que será imposible mientras sea un negocio que genere tantas ganancias

A pesar de ello, desde hace muchos años han existido (y muy probablemente seguirán existiendo), autoridades que pretenden tapar el sol con un dedo buscando prohibir los narcocorridos, como si éstos fueran una causa del problema, en lugar de una simple consecuencia, por lo que no dudo que pronto salga algún/a polític@ ocurrente a exigir que las plataformas digitales prohíban la reproducción o monetización de este tipo de canciones.

Por señalar algunos ejemplos, tan solo en este milenio han intentado prohibir o limitar la reproducción de narcocorridos el presidente de México, Vicente Fox en 2002; el Alcalde de Mazatlán, Jorge Abel López Sánchez en 2008; el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez en 2011; el secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré en 2011; el Alcalde de Chihuahua, Javier Garfio en 2015; el Instituto Sinaloense de Cultura en 2019; entre muchos otros.

No obstante ello, los artistas se defienden y en diversas entrevistas, agrupaciones como Los Tigres del Norte se han negado a reconocer que sus narcocorridos busquen enaltecer al narcotráfico o a los narcotraficantes, considerándose a sí mismos como simples cronistas de la vida mexicana, plasmando hechos sin propaganda en sus diversas canciones de este género musical, y en el mismo sentido se pronunció en 2011 Mario Quintero de Los Tucanes de Tijuana, al señalar que: “La música no es la causa, sino la consecuencia de lo que pasa en la realidad. Nosotros escribimos las canciones con base en lo que sucede.”

Sin embargo, es un hecho evidente que muchos de los narcocorridos más populares sí tienen el único objetivo de enaltecer a capos del narcotráfico en concreto, por ejemplo, uno de los éxitos más sonados en México en el 2013 fue el narcocorrido de Gerardo Ortiz titulado “Damaso” o el más reciente éxito de La Adictiva Banda San José Mesillas denominado “JGL”.

En conclusión, el debate seguirá, habrá quienes busquen prohibir los narcocorridos argumentando que constituyen una “apología del delito”, es decir, una incitación o invitación a que la gente que los escucha respalde, reconozca o inclusive se sume al narcotráfico (“…pues para morir nacimos y el que tenga miedo mejor que no venga”)

Mientras que otro sector defenderá la libertad de expresión que tenemos las personas para escribir, reproducir y escuchar canciones sobre el tema que cada quien prefiera, sin que ese hecho nos convierta en delincuentes, que en palabras de la banda Calibre 50 sería: “¿Qué tanto les cala que me gusten los corridos? ¿Qué pinche alboroto traen conmigo? (…) Que escuchar corridos compa, le aseguro, no me hace un mal mexicano.”

¿Tu qué opinas?

Comisionado ciudadano del ITEI Jalisco

@chavaromero

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