PERSPECTIVA21
Verónica Juárez
El aumento incontrolable de la inflación ha tenido como consecuencia un incremento sostenido de bienes y servicios que, aunado al alza en el precio de las gasolinas, ha sido letal para la economía familiar.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la primera quincena de junio de 2022, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) creció 0.49 % respecto a la quincena anterior. Con este resultado, la inflación general anual se ubicó en 7.88 por ciento. Es decir, el país padece una inflación histórica, que no se veía desde hace 21 años.
El INEGI explicó que el crecimiento del INPC se debió, principalmente, al aumento en los precios de la papa y otros tubérculos, pollo, electricidad, refrescos envasados, naranja, pan dulce, loncherías, fondas, torterías y taquerías; así como restaurantes, vivienda propia y transporte aéreo.
De acuerdo con el Banco de México la inflación es un fenómeno que se observa en la economía de un país y está relacionado con descontrol de los precios de la mayor parte de los bienes y servicios que se comercian en sus mercados, por un periodo de tiempo prolongado.
Como justo sucede ahora con la gran mayoría de los mexicanos, el incremento de la inflación se reciente de inmediato porque la cantidad con la normalmente se cubría lo mínimo indispensable, ya no alcanza para comprar lo mismo que antes.
El problema es que el aumento de la inflación es parte de un proceso global que va para largo. A decir de BlackRock México, la inflación se mantendrá elevada hasta ya entrado 2023, y en el caso de nuestro país podría ser de entre 9 y 10 por ciento. (El Universal, 11 de julio de 2022)
El 4 de mayo de 2022, cuando la inflación se encontraba en 7.7 por ciento, el presidente de la República presentó un plan antiinflacionario para garantizar precios justos en la canasta básica, que implicaba, entre otras medidas, elevar la producción de granos como el maíz, frijol y arroz, así como acuerdos con empresas como Bimbo y Walmart.
Este plan, como es evidente, no dio los resultados esperados por varias razones, primero, porque no hay un seguimiento de los objetivos planteados, por ejemplo, se ofreció el reforzamiento de seguridad en las carreteras para evitar el robo de alimentos y de insumos; lo cual no ha sucedido porque a junio de este año el robo del transporte de productos de la agroindustria creció 5 por ciento.
A ello hay que agregar la extorsión que sufren los diversos sectores productivos y comerciantes por parte del crimen organizado, una especie de impuesto paralelo que termina pagando el consumidor final.
Segundo, el compromiso del gobierno de reducir el costo de las gasolinas no se ha cumplido, factor decisivo para el alza en el costo del transporte y de todos los productos.
En el encuentro que sostuvo el 12 de julio con el presidente Biden, el mandatario mexicano le propuso un plan de cinco puntos para meterle “un gol”, a la inflación cuyos resultados, por supuesto, estarían sujetos a la inestable relación bilateral que, un día sí y otro también, López Obrador se empeña en dinamitar.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su informe titulado “Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿Cómo enfrentar esta nueva crisis?”; advirtió el mes pasado que, en el caso de México, un mayor aumento de la inflación traería como consecuencia el incremento de hasta un 2.3% de población en pobreza, pero en un “caso extremo”, ésta se elevaría hasta en 2.5 millones más. Con estas cifras, México se ubica en el quinto país más pobre de la región.
De tal manera que propuestas aisladas, sin seguimiento, avaluación de resultados y sujetas a la demagogia y al clientelismo, como ha sido la característica del actual gobierno, sirven de muy poco y quienes más lo resienten son los millones de pobres, aquellos que López Obrador prometió proteger.
