Agartha: la historia del reino subterráneo que buscaron los nazis

Los ‘científicos’ nazis estaban seguros de que la Tierra era hueca y buscaron obsesivamente cómo llegar a Agartha, una civilización mítica en el centro del planeta.

Algunos científicos serios en el siglo XX sugirieron que la Tierra no estaba llena de plasma. En lugar de tener un núcleo encendido, tenían la teoría de que nuestro planeta estaba completamente hueco, y que una civilización se había desarrollado completamente alejada de la superficie.

A estas civilizaciones súper-revolucionadas se les conoció como ‘intraterrestres’. La más importante de ellas se nombró Agartha.

Aunque nunca hubo evidencia para sustentar esto en la historia natural de la Tierra, la teoría pseudocientífica ganó fuerza entre algunos pensadores.

Muy pronto fueron deslegitimados. Sin embargo, quienes se afiliaron a esta corriente de pensamiento esotérico dedicaron sus vidas a la búsqueda de Agartha. Entre ellos, en la penumbra de las ciencias oscuras, se insertaron algunos ‘científicos’ nazis.

Una fuente de luz ‘inacabable’

Los creyentes de la Tierra hueca aseguran que las únicas vías de acceso a este territorio desconocido están en los polos del planeta. Así, entre los témpanos antaño perennes en el norte y sur, se abrían dos hoyos gigantescos para entrar al centro del mundo, donde se encontraban las civilizaciones intraterrestres.

Hoy, las fotografías espaciales de la Tierra demuestran que tales aperturas no existen.

Sin embargo, los afiliados empedernidos de estas teorías aseguraban que ahí, en el interior hueco del planeta, había una fuente de energía inacabable, que alimentaba la vida de los intraterrestres. Especialmente, de Agartha.

De una manera muy particular, esta supuesta energía superior llamó la atención de los científicos nazi, que dedicaron gran parte de sus carreras —y de los recursos del Estado destinados a la investigación— a buscar esta ciudad-Estado mítica.

En ella, narran las historias de ciencia-ficción, no había noches, ya que el esplendor de este sol iluminaba todo el tiempo a las ciudades intraterrestres. El mayor propulsor de esta búsqueda fue el autor F. Amadeo Giannini, quien era devoto lector del Nuevo Testamento y de Jules Verne.

Tenía un gusto particular, según sus biógrafos, por El viaje al centro de la Tierra. Los críticos más ácidos de su trabajo califican sus ‘estudios’ como un fanfic del libro original, publicado en el siglo XIX como una obra de ficción.

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Una búsqueda infructuosa

La primera mención que se hizo de Agartha se remonta al siglo XVII, en la obra del teosofista jesuita Atanasias Kircher.

En su tratado, Mundus subterraneus, quo universae denique naturae divitiae, teorizó sobre la posibilidad de que nuestro planeta no tuviera nada en su interior. Por siglos, otros practicantes de las ciencias oscuras siguieron un camino hacia una búsqueda infructuosa.

Después de él, otros pensadores esotéricos atribuyeron cualidades mágicas a las personas que pudieron haber habitado el centro hueco de la Tierra, sin llegar realmente a evidencias concluyentes.

Incluso los nazis, con todo el apoyo del Tercer Reich, buscaron desesperadamente la fuente de energía inagotable de Agartha. Nunca llegaron a nada.

Poco les interesó quién la ocupaba, o si había alguien viviendo ahí: lo que querían eran más motivos para legitimar su discurso de superioridad racial.

Para ello, crearon un mito sobre el Rey del Mundo Hueco: el monarca absoluto del reino de Agartha, con quien tenían la intención de dialogar sobre la purificación de la raza humana. Según la cobertura de Umberto Eco, había nazis ‘de alto nivel’ que sí creían en la posibilidad de encontrarle.

Todos sus intentos terminaron en frustración.

Con información de Muy Interesante

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