Ruinas olímpicas, las construcciones deportivas abandonadas

Unidades habitacionales y enormes complejos deportivos que hace años fueron el orgullo de una nación hoy son parte de un pueblo fantasma. Conoce las ruinas olímpicas.

Una pancarta de varios metros recubre el antiguo edificio de residencias para atletas de Torino: ‘Vendiamo‘, se lee en italiano. Después de 17 años de desocupación, el Estado ha optado por poner los cuartos —ahora entendidos como departamentos— a la venta.

Éste no es el único caso de edificios destinados a eventos deportivos que se ha venido a menos. Por el contrario, ruinas olímpicas han quedado desperdigadas por todas sedes, como vestigios de festejos pasados que no volverán a utilizarse jamás.

Vestigios de la gloria olímpica

No es la primera vez que se abandonan edificios con fines específicos. Sin embargo, el primer registro contemporáneo que se tiene de construcciones diseñadas exclusivamente para los Juegos Olímpicos fue para Berlín, 1936. En ese tiempo, el Tercer Reich estaba en todo su esplendor. Por esta razón, una vez que terminaron las festividades deportivas, se utilizó como cuartel para la Armada Nazi.

La villa olímpica de la capital alemana cayó en desuso poco tiempo después de que la Segunda Guerra Mundial terminó. Desde entonces se ha mantenido desocupada, como uno de los tantos vestigios del conflicto armado. En 2015, según la BBC, se intentó convertir el complejo en edificios de departamentos. A los berlineses del siglo XXI no les pareció buena idea dormir en antiguos cuarteles de Hitler.

Así como estos restos de ruinas olímpicas quedaron en Alemania, varios países que han sido sede de las celebraciones literalmente han desechado las instalaciones. El abandono, la falta de mantenimiento o la franca escasez de recursos para sostener la infraestructura en condiciones aceptables ha provocado que los edificios se hagan añejos, se desbaraten y, en el mejor de los casos, se vuelvan hogar para inquilinos que no pagan renta.

A la venta

No es extraño que este tipo de infraestructura se venga a menos. Por el contrario, lo que es verdaderamente excepcional es cuando los países son capaces de reutilizar estas construcciones e integrarlas a la vida deportiva de las ciudades. La Ciudad de México es un buen ejemplo de ello: muchos de los estadios, pistas y demás diseños que se crearon para los Juegos Olímpicos de 1968 se utilizan aún hoy en Ciudad Universitaria.

A diferencia de otras sedes, los espacios departamentales de la villa olímpica no fueron pensados para cumplir con la inmediatez de los eventos olímpicos. Por esta razón, una vez que concluyeron fueron puestos a la venta. En lugar de convertirse en ruinas olímpicas, quienes se hicieron de una propiedad ahí pudieron rentarlas muy fácilmente, por el valor emblemático que se les atribuía en el momento. Hoy en día, una mensualidad ahí ronda los 16 mil pesos.

Ésta no ha sido la misma suerte de otros edificios similares, que en el pasado albergaron atletas listos para conseguir el oro. Por el contrario, a pesar del esfuerzo —literalmente— monumental que las antiguas sedes realizaron para alzar esta infraestructura efímera, muchos de esos espacios han caído en el olvido.

Basura y ruinas olímpicas

A diferencia de lo ocurrido en la capital mexicana, otros países se tardaron en poner estos espacios a la venta. Tal es el caso de Italia, después de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2006. La decisión de vender los departamentos vino casi una década más tarde, cuando los edificios apenas podían pararse por sí solos y el barrio no se reconocía como el más seguro de la ciudad.

En el mejor de los casos, los predios pueden malbaratarse. Sin embargo, espacios como estadios, pistas, albercas y otro tipo de espacios dedicados al deporte difícilmente pueden volver a utilizarse de una manera rentable. A menos de que se abran al público en general como parte de la infraestructura urbana, encontrarles un uso activo se convierte en un reto que las autoridades locales prefieren dejar de lado.

Además del gasto que espacios así representan, el impacto ecológico de canchas que cumplan con los estándares olímpicos se desestima. Incluso en el caso de Beijing 2008, cuando la emergencia climática ya era un asunto de talla global, las esculturas de plástico y demás artefactos para la inauguración de los Juegos Olímpicos siguen pudriéndose en los bosques de China.

Estos objetos de un solo uso se apilan como basura sobre los antiguos espacios dedicados a estos eventos. Una vez terminadas las festividades, el ruido mediático se apaga, y las construcciones quedan reducidas a ruinas olímpicas, cobijadas por el silencio del anonimato y el olvido.

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