Intérpretes: Alegría y decepción olímpica en 11 idiomas

AP.— Pregúntele cuántos idiomas habla y Alexandre Ponomarev responderá: “Si se refiere a darme a entender, ya perdí la cuenta”.

Pero cuente. Ponomarev habla ruso, ucraniano, inglés, alemán, español, francés y danés. Y se las arregla con sueco, portugués, italiano y noruego.

¿Y japonés? “Muzukashi”, responde, que significa “difícil” y puede interpretarse como que no habla demasiado.

Está bien, nadie es perfecto.

Ponomarev es el jefe de intérpretes en los Juegos de Tokio, supervisando a un plantel de casi 100 traductores simultáneos que convierten la alegría y la decepción olímpicas en una calibrada cacofonía de 11 idiomas: japonés, inglés, francés, español, alemán, ruso, italiano, árabe, chino, coreano y portugués.

Ponomarev trabajó por primera vez en unos Juegos en 2008 en Beijing y asumió el mando en Río de Janeiro en 2016. Fue su madre quien lo inició en el aprendizaje de otros idiomas, llevando de contrabando videos de viejas películas estadounidenses a la Unión Soviética. Uno a uno, las nuevas lenguas se fueron acumulando.

“Cuando alguien entra en una sala llena de intérpretes, y es alguien que no habla idiomas, se siente como la Torre de Babel”, explicó. “Puedes ver gente hablando al mismo tiempo en todos esos dialectos e idiomas y utilizando palabras extrañas. Podría parecer un locura, pero en realidad no lo estamos”.

Podrán no estar locos, pero sin duda están ocupados.

La mayoría están en el Centro de Prensa, en una sala con 20 cabinas de traducción alienadas en las paredes. Cables, pantallas y codificadores llevan sus palabras a la red. Los puestos están decorados con arte japonés de maestros famosos como Hokusai y cuentan con etiquetas como JPN (japonés) o ENG (inglés) que designan el idioma en el que se está trabajando.

Al contrario que en Juegos anteriores, toda la traducción simultánea se hace de forma remota. Las conferencias de prensa de las sedes se envían al centro de prensa. Alrededor de dos docenas de interpretes no están siquiera en el país: se conectan desde América o Europa para ocuparse de los eventos nocturnos en Japón.

Se puede acceder a sus traducciones simultáneas en todas las sedes olímpicas a través de una app. Esto elimina la posibilidad de que los intérpretes queden varados en el tráfico para llegar a una competencia — y ya no es necesario distribuir aparatos de traducción portátiles.

La interpretación es, al final, más un arte que una ciencia — una disciplina que requiere habilidades concretas, sí, pero también una importante dosis de humanidad. Tanto Ponomarev como el traductor de alemán Hofmann Miller admiten animar a los deportistas o empatizar con ellos en la derrota.

“Todos nos emocionamos con estos deportistas”, manifestó Ponomarev. “Porque cuando interpretas estás en la cabeza de la otra persona. No interpretas las palabras, interpretas su significado. Y cuando estás en la cabeza de alguien, empiezas a empatizar”.

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