Limitado a nivel físico, pero con un espíritu que trabaja a toda marcha, Stephen Hawking es uno de los científicos más grandes del planeta. Mañana cumple 75 años a pesar de los pronósticos médicos, según los cuales ya debería estar muerto hace décadas. Recientemente fue internado una vez más, en un hospital de Roma, luego de un encuentro con el Papa.
Hawking está en silla de ruedas y, debido a una traqueotomía, no puede hablar desde hace 30 años. Sin embargo, eso no le impide viajar alrededor del mundo, siempre acompañado por un grupo de personas entre las que se cuentan sus enfermeras. El científico sufre una esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad neuromuscular que no tiene cura. Desde hace décadas que casi no puede moverse. Sólo puede hacerse entender con ayuda de una computadora.
Hawking se enfermó cuando era estudiante de física. El mal avanzó y marcó un punto de inflexión en su vida. “De repente me di cuenta de que había una serie de cosas valiosas que yo podía hacer si se me concedía una posibilidad”, reflexionó. Con ambición y aguda inteligencia superó el escollo. En 1979 se convirtió en profesor de matemáticas en Cambridge, en donde fue titular de la cátedra Lucasiana de Matemáticas por 30 años.
Impresionó a la academia con sus teorías sobre el origen del cosmos y los agujeros negros. “Quiero entender el universo completamente”, dijo. “Quiero saber por qué es así y por qué existe”, reveló. Su libro Breve historia del tiempo lo hizo popular entre el público no experto.
Los agujeros negros no son estaciones terminales, aunque absorben todo lo que se les acerca a través de su fuerza de gravedad, incluso a la luz. Pero Hawking pudo demostrar en la teoría que los agujeros negros se evaporan de a poco, una consecuencia de la física cuántica. Como la evaporación se produce a lo largo de un tiempo largo, aún no se pudo comprobar la llamada radiación de Hawking.
